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Páginas: 692 (172781 palabras) Publicado: 25 de noviembre de 2015
Matthew Cowart, un famoso y ya establecido periodista de Miami, recibe la carta de un
hombre condenado a muerte que asegura ser inocente. Gracias a sus pesquisas pone al
descubierto una información que permite al convicto Robert Earl Ferguson salir en libertad. Sin
embargo, y para su horror, Cowart se percata de que ha puesto en marcha una tremenda
máquina de matar.

John Katzenbach

JuicioFinal
ePUB v1.0
25.5.13

Título original: Just Cause
John Katzenbach, 1992.
Traducción: María Alonso y Beatriz Iglesias
ePub base v2.1

Este libro es para mi madre, y en la
memoria de estos tres hombres: V. A. Eagle,
W. A. Nixon y M. Simons.

Agradecimientos

Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse
a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un
abismo, también éste mira dentro deti.
FRIEDRICH WILHELM NIETZSCHE
Más allá del bien y del mal

El infierno está plagado de buenas, no de malas
intenciones.
GEORGE BERNARD SHAW
Máximas para revolucionarios

Primera parte
Presos
Cuando ganas el premio te gastan una broma: ahora ya sabes cómo empieza tu propia
esquela.

1
Un hombre de opiniones
La mañana en que recibió aquella carta, Matthew Cowart se despertó en un atípicoambiente invernal.
La noche anterior se había levantado un viento del norte que no dejaba de soplar y parecía desplazar
la noche, tiñendo el amanecer de un gris oscuro que desvirtuaba la imagen de la ciudad. Al salir de su
apartamento, vio cómo la brisa sacudía una palmera y hacía que sus hojas sonaran como un montón de
espadas.
Se encorvó y lamentó no haberse puesto un jersey bajo la gabardina. Cada añose daban unas cuantas
mañanas como ésa, que prometía cielos grises y vientos borrascosos. La naturaleza gastaba una broma
pesada y hacía rezongar a los turistas de Miami Beach que caminaban por la arena. En Little Havana, las
ancianas cubanas llevaban gruesos abrigos de lana y maldecían el viento, sin pensar que en verano
llevaban sombrilla y maldecían el calor. En las barracas de Liberty City,el frío silbaba y los yonquis,
temblorosos, lo combatían con sus cachimbas. Pero en poco tiempo la ciudad recuperaría su sofocante y
bochornosa normalidad.
«No será más que un día —pensó mientras caminaba con brío—, puede que dos. Entonces el aire
cálido del sur soplará con más fuerza y nos olvidaremos del frío.»
Matthew Cowart iba por la vida ligero de equipaje.
Las circunstancias y la mala suertelo habían privado de muchos ingredientes de la inminente
madurez; un simple divorcio lo había separado de su mujer e hija y la injusta muerte le había arrebatado
a sus padres; sus amigos habían seguido caminos diferentes marcados por carreras prometedoras,
cuadrillas de hijos, letras del coche e hipotecas. Durante un tiempo habían intentado que se sumase a las
fiestas y excursiones queorganizaban, pero, como su soledad fue creciendo y a él no parecía molestarle,
las invitaciones fueron a menos y acabaron interrumpiéndose. Su vida social se distinguía por
esporádicas fiestas de oficina y conversaciones de trabajo. No tenía amante y no acertaba a comprender
muy bien por qué. Vivía en un modesto apartamento de los años cincuenta, en lo alto de una empinada
colina con vistas a la bahía. Lohabía llenado de muebles viejos, estanterías con novelas de misterio y
obras policíacas basadas en hechos reales, una batería de cocina desportillada pero práctica, y unos
cuantos grabados enmarcados que colgaban discretamente de la pared.
A veces pensaba que cuando su esposa logró la custodia de su hija, la vida había perdido todo el
color. Satisfacía sus propias necesidades con el deporte (losdiez kilómetros al día de rigor en un parque
del centro, algún partido de baloncesto improvisado en la YMCA) y el trabajo en el periódico. Se sentía
poseedor de una considerable libertad, aunque le preocupaba tener tan pocos compromisos.
El viento, que seguía soplando fuerte, agitaba las tres banderas de la entrada principal del Miami
Journal. Se detuvo un momento para contemplar el impasible...
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