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La semana que pasó estuvo marcada por una confrontación sin precedentes.
EDITORIAL
1:20 a.m. | 11 de mayo de 2014
En franca contravía del deseo de la mayoría delos colombianos de presenciar una campaña presidencial a la altura del perfil y las calidades de los contendores y en sintonía con los temas que más afectan a la ciudadanía, la semana que pasó estuvomarcada por una confrontación de un tipo y de una intensidad sin precedentes en la trayectoria democrática del país.
En un muy breve lapso han surgido desde graves acusaciones con serias implicacionespenales hasta ataques que definitivamente no corresponden a la manera y el tono en el que debe darse la justa democrática para ocupar el cargo más importante de la nación. Da una idea del rumbo queesta ha tomado el que en los últimos días los sucesos acontecidos hayan copado las páginas judiciales antes que las reservadas para los asuntos de la política.
Es un hecho, pues, que el debate estáigualado por lo bajo. Que la irrupción de las redes sociales ha planteado un nuevo campo de batalla en que parecen diluirse todos los preceptos éticos. El anonimato que estas permiten, así como el tipode conversación que surge cuando solo se cuenta con 140 caracteres y millones de seguidores, se ha convertido en un detonante de una acelerada degradación de la contienda, de una prevalencia delinsulto arrebatado, del señalamiento infundado, sobre los argumentos sopesados, las denuncias adecuadamente sustentadas.
Antes de continuar, hay que ser muy claros en que no se trata de sugerir pasar lapágina o mirar hacia otro lado ante los indicios de actos delictivos que han emergido en medio del cruce de dardos. Al contrario, como ya se planteó desde estos renglones, el mejor escenario para todoslos implicados y para el país es que se esclarezcan los hechos y se sancione a los responsables. Aquí, el balón está en el campo del fiscal general, Eduardo Montealegre. La entidad a su cargo debe...
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