ACT 19052010
Jorge L. Arias
Laboratorio de Neurociencias
Universidad de Oviedo
Una de las fronteras que tiene la Neurociencia es explicar cómo aprende
nuestro cerebro y no es que tengamos aún la respuesta del mecanismo
detallado y sucinto de cómo ocurre al día de hoy, pero sí se dispone de
información de muchos experimentos a nivel conductual y funcional que ayuda a conocer cómo actúa el cerebro cuando realiza este proceso.
Es cierto que para aprender precisamos adquirir nuevas destrezas,
habilidades o desarrollar conductas y generar nuevos conocimientos que
una vez aprendidos servirán de experiencia para una nueva ejecución o
valoración. Pero no es menos verdad, que si no se memoriza lo aprendido para poco servirá, siendo necesario registrar, conservar y evocar nuestras
experiencias para actuaciones futuras.
Muchos test psicológicos permiten valorar nuestra capacidad de
aprendizaje, así como de memorización, bien sean palabras, caras de
personas, habilidades manuales o simplemente andar a pie, en bicicleta o
conducir un coche. Todos estos aprendizajes son guardados en nuestro cerebro, pero no todos son almacenados en una misma estructura, pues
dentro del cerebro existen múltiples estructuras, algunas de las cuales se
interconectan entre sí, lo que ayudará a comprender mejor las posibles
redes implicadas en funciones específicas.
Con ello queda lejos la idea de asociar una estructura con una función
determinada; no podemos reducir las respuestas emocionales a la
amígdala o la memoria declarativa de hechos o sucesos al hipocampo, ya que como ya se indicó no son estructuras aisladas, sino interconectadas y
por lo tanto comparten total o parcialmente su información con otras
estructuras del cerebro, constituyendo lo que se llama una red neuronal
que puede implicar a muchas o pocas estructuras cerebrales.
Una familia, en la que se relacionen sus miembros entre sí, permitirá que todos compartan alegrías y preocupaciones, pero también que todos
aporten soluciones y juntos puedan resolver los problemas que se
planteen. De la misma manera actuarán estas redes y además como en el
caso de los virtuosos de la música, hemos visto que sus cerebros se
especializan, pudiendo diferenciar funcionalmente un cerebro de un
músico amateur del de un profesional, ya que hay estructuras funcionales más restringidas, más especializadas; en definitiva, hay núcleos de la red
que se encargan de integrar esa información.
Otro buen ejemplo podría ser el caso de los taxistas, los cuales deben
orientarse cuando les solicitamos que nos lleven a una calle determinada
de la ciudad y ellos, rápidamente, no solo nos conducen a ella, sino que
van por el camino más corto y recto posible. Pues bien, estos profesionales presentan una estructura cerebral como es el hipocampo
aumentada de tamaño y que al ser estudiada funcionalmente, mediante
resonancia magnética nuclear, se ha visto que se activan los dos
hipocampos bilateralmente, siendo mayor la activación del lado derecho
que la del izquierdo.
Esta diferencia funcional se pudo ratificar incluso en estudios donde el sujeto solo tenía que orientarse observando una pantalla de ordenador
con una piscina y paredes con objetos, sin la necesidad de tener que
desplazarse físicamente nadando.
En base a estos datos, nuestro grupo de investigación centró su interés en
este proceso de orientación espacial, para lo cual se requerían sujetos que
supieran aprender a orientarse. Para ello se escogió la rata blanca de laboratorio que es un animal muy curioso y observador; lo que permitió
realizar pruebas en una piscina circular de metro y medio de diámetro,
llena de agua y bajo cuya superficie ( 1 cm.) se colocó una plataforma que
debería encontrar para descansar. El tiempo máximo de exploración se
reducía a un minuto y transcurrido éste, si no encontraba la plataforma se
le colocaba encima unos segundos.
...
Regístrate para leer el documento completo.