ACTIVIDAD 1 Periodo 3
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de
algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos (huevos con tocino) los
sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte (traje de paño fino), calzas de
velludo (terciopelo) para las fiestas con sus pantuflos de lo mismo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí (pardo de paño) de lo más fino.
Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera
Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años, era de complexión recia, seco de
carnes, enjuto de rostro; gran madrugador y amigo de la caza.
Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia
en los autores que deste caso escriben; aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llama Quijana. Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración dél no se salga
un punto de la verdad.
Es, pues, de saber, que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso (que eran los más del año) se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto
el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de
caballerías en que leer; y así llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos,ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva; porque la claridad de su
prosa y aquellas intrincadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer ...
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