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EL HECHO CRISTIANO Y LA HISTORIA DE CADA DÍA

Ciertas líneas madre de la relación entre el hecho cristiano y la historia ordinaria o cotidiana de los hombres -quiero decir, la que estos hombres encuentran en la calle y entra con ellos en su casa- creo que pueden ser subrayadas de manera aceptablemente objetiva y con algún sentido, por tanto, para creyentes y para no creyentes. Al mismotiempo creo que hoy la cuestión tiene bastante importancia para recordar de ella, al menos, unas fases capitales. Acudiré al tipo de datos que están al alcance de todos.
La predicación del “reino de Dios” es uno de los hechos más firmes que los eruditos atribuyen al Jesús histórico. Y luego se ofrecen, como características de este reino, unas actitudes del mismo Jesús que gozan de unahistoricidad parecida: una postura libre ante su mundo, con la reiterada práctica de una crítica a las diversas clases de poder -religioso, político y económico-; y al mismo tiempo, una fundamental adhesión al hombre común e ignorado de la masa social, al hombre excluido y al herido. Podemos entender que Jesús se movió lejos, pues, de los centros de gravitación de la historia de su pueblo, y que seasentó en la periferia. Parece que buscó una especie de punto cero respecto de dicha historia, con el impresionante intento de iniciar, digamos, una historia nueva. Podemos pensar que, a sus ojos, pedía esto la concepción que tenía de Dios y de su “reino”. Pues bien, sería este comportamiento el que daría lugar a a una primera fase de la relación entre el hecho cristiano y esta historia de loshombres, y se encuentran huellas de la misma en los grupos de seguidores de Jesús de los primeros tiempos.
Es bien sabido, sin embargo, que aquel perfil histórico cambió pronto. Suponiendo la necesaria evolución previa, el cambio tomó cuerpo y se asentó a principios del s. III, en la conocida alianza de la Iglesia del momento con el emperador Constantino. De este hecho suele destacarse lapresunta conversión al cristianismo del emperador, pero aquí sólo nos interesa la situación nueva que el cristianismo adoptó ante la historia. Está claro que Constantino representaba, y de manera suprema, aquel poder que sistemáticamente Jesús había contemplado desde lejos. Y luego también está claro que la Iglesia, en el hecho mismo de pactar con él, había de aceptar la clase de historia -y susmecanismos íntimos- que habitualmente transcurría con su visto bueno. Quiero decir que la idea de intentar una historia nueva ya no estaba ni podía estar allí; y que el “reino de Dios”, dado el nuevo enfoque, en adelante carecería de ciertas dimensiones fundamentales. Es probable que la Iglesia, a partir del sorprendente pacto, pensase que acababa de “ganarse” la historia para siempre; pero en realidadla perdía, pues cerraba los ojos a todos sus abismos y al hecho de que es en ella, sobre todo, donde los hombres se hacen y se deshacen. Y ahora es de notar que, ignorada esta dimensión social e histórica del hombre, la orientación alternativa de la Iglesia centró su atención en la vida individual e “interior” de este hombre. De esta manera se configuraba el modelo ejemplar del creyente para todala cristiandad. Quiero añadir que estas líneas son directamente atribuibles a la institución de la Iglesia como tal y a los condicionamientos básicos que derivan de ellas; pero que nada impedía que cada uno de sus miembros, aún partiendo de esos condicionamientos, hiciera en esta vida lo que supiera y pudiera hacer. No entramos en absoluto, ahora ni después, en juicios particulares.
Sobreuna tercera fase, que en los términos que aquí interesan ha llegado a nuestros días, sólo cabe señalar matices. Uno muy decisivo, al menos. Desde la apertura de la fase anterior, la Iglesia había disfrutado de una especie de plataforma, otorgada por el poder, que para ella significaba tanto un distanciamiento protector de la historia cotidiana como, rápidamente, una franca participación en el...