Acto
Salen doña ANA y CELIA; el DUQUE y don JUAN;
todos como acabaron la segunda jornada
ANA: ¿No advertís lo que habéis hecho?
¿Cómo tan despacio estáis?
DUQUE: Por nosotros no temáis.
Quietad el hermoso pecho;
pues, con probar la violencia
que intentó aquel caballero,
ennuestro favor espero
que tendremos la sentencia.
Y por su reputación
le estará más bien callar.
No penséis que ha de tratar
de tomar satifación
por justicia un caballero.
¿No veis lo mal que sonara
que herido se confesara
del brazo vil de un cochero
untan ilustre señor,
dueño de tantos vasallos?
De estos casos el callallos
es el remedio mejor.
ANA: Siéntome tan obligada
de vuestro valor extraño,
que el temor de vuestro daño
toda me tiene turbada.
DUQUE: No temáis.
ANA: El pecho fiel el daño está previniendo.
DUQUE: Quien pudo herir a don Mendo
podrá defenderse de él.
Hablan a secreto doña ANA y CELIA
CELIA: En hablar tan cortesanos,
tan valientes en obrar,
mucho dan que sospechar
estos cocheros.
ANA: Las manos
les mira, que la verdad
nos dirán.CELIA: Es gran razón
pagarles la obligación
que tienes a su lealtad.
Toma CELIA las manos al DUQUE y vuélvese a
hablar aparte a doña ANA
Pues por estas manos queda
tu honestidad defendida.
¡Ay, señora de mi vida!
Blandas son como una seda
y, en llegando cerca, son
sus olores soberanos.ANA: ¿Buen olor, y buenas manos?
Clara está la información.
Disimula.
Don JUAN se está escondiendo detrás del
DUQUE
CELIA: (El otro está Aparte
siempre cubierto y callado.
Va CELIA por detrás de todos a coger de cara
a don JUAN
Cogerélo descuidado,
puesla aurora alumbra ya
lo que basta a conocerlo.
ANA: Amigos, puesto que así
os arriesgastes por mi
sin obligación de hacerlo,
de esta casa y de mi hacienda
os valed.
DUQUE: Los pies os beso,
mas yo no paso por eso;
que no es razón que se entienda que fue sin obligación
el serviros; pues de un modo
se la pone al mundo todo
vuestra rara perfección.
Porque a quien os llega a ver,
dais gloria tan sin medida,
que aunque os pague con la vida,
os queda mucho a deber.
Sale de detrás don JUAN
CELIA: Y vos, ¿sois mudo, cochero?
¿Dequé estáis triste? Volved,
alzad el rostro, aprended
ánimo del compañero.
El que riñó sin temer,
¿teme sin reñir agora?
DUQUE: En vano os cansáis, señora;
que es mudo.
CELIA: Bien puede ser.
(Mas yo don Juan de Mendoza Aparte
pienso que es... Él es. ¿Qué dudo? El triste se finge mudo
por no perder lo que goza
mientras encubierto está.)
Hablan aparte doña ANA y CELIA
¿Quién dirás, señora, que es
el callado?
ANA: Dilo pues.
CELIA: ¿Quién piensas tú que será?
ANA: No lo sé....
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