Acto12

CALISTO.- ¿Mozos, qué hora da el reloj?
SEMPRONIO.- Las diez.
CALISTO.- ¡Oh cómo me descontenta el olvido en los mozos!
PÁRMENO.- Mejor sería, señor, que se gastase esta hora que queda en aderezar armas que en buscar cuestiones.
CALISTO.- Bien me dice este necio. Descuelga mis corazas.
CALISTO.- Ayúdame aquí a vestirlas.
CALISTO.- Pues andemos por esta calle. Las doce da ya. Buena horaes.i
CALISTO.- A buen tiempo llegamos. Párate tú, Pármeno, a ver si es venida aquella señora.
PÁRMENO.- ¿Yo, señor? Nunca.
CALISTO.- ¡Oh qué bien has dicho!. Yo me llego allá; quedaos vosotros en ese lugar.
SEMPRONIO.- Salido debe haber Melibea. Escucha, que hablan quedito. Dios nos libre de traidores.
CALISTO.- Este bullicio más de una persona lo hace. ¡Ce, señora mía!
LUCRECIA.- ¿Quiénhabla? ¿Quién está fuera?
CALISTO.- Aquel que viene a cumplir tu mandado.
LUCRECIA.- ¿Por qué no llegas, señora? Llega sin temor acá, que aquel caballero está aquí.
MELIBEA.- ¡Loca, habla paso! Mira bien si es él.
LUCRECIA.- Allégate, señora, que sí es, que yo le conozco en la voz.
CALISTO.- Cierto soy burlado: no era Melibea la que me habló.
MELIBEA.- Vete, Lucrecia, a acostar unpoco. ¡Ce, señor. ¿Quién es el que te mandó ahí venir?
CALISTO.- Es la que tiene merecimiento de mandar a todo el mundo, la que dignamente servir yo no
MELIBEA.- La sobrada osadía de tus mensajes me ha forzado a haberte de hablar, señor Calisto.
CALISTO.- A los corazones aparejados con apercibimiento recio contra las adversidades.
MELIBEA.- Cesen, señor mío, tus verdaderas querellas.CALISTO.- ¡Oh señora, alegría de mi corazón!
MELIBEA.- Señor Calisto, tu mucho merecer, tus extremadas gracias.
CALISTO.- ¿Cómo, señora mía, y mandas que consienta a un palo impedir nuestro gozo?
PÁRMENO.- ¿No oyes, no oyes, Sempronio?
SEMPRONIO.- Calla, calla, escucha, que ella no consiente que vayamos allá.
MELIBEA.- ¿Quieres, amor mío, perderme a mí y dañar mi fama?
CALISTO.- ¡Oh miseñora y mi bien todo! ¿Por qué llamas yerro aquello que por los santos de Dios me fue concedido?
PÁRMENO.- ¡Desvariar, Calisto, desvariar! Por fe tengo, hermano, que no es cristiano.
SEMPRONIO.- Ya no temas, Pármeno, que harto desviados estamos.
PÁRMENO.- Bien hablas, en mi corazón estás. Así se haga.
MELIBEA.- Señor Calisto, ¿qué es eso que en la calle suena?
CALISTO.- Señora, notemas, que a buen seguro vengo. Los míos deben de ser.
MELIBEA.- ¿Son muchos los que traes?
CALISTO.- No, sino dos; pero, aunque sean seis sus contrarios, no recibirán mucha pena para les quitar las armas y hacerlos huir.
MELIBEA.- ¡Oh por Dios, no se cometa tal cosa!
PÁRMENO.- ¡Ce!, ¡ce!, señor, quítate presto de aquí, que viene mucha gente con hachas y serás visto y conocido, que no haydonde te metas.
CALISTO.- ¡Oh mezquino yo y cómo es forzado, señora, partirme de ti!
MELIBEA.- Así sea y vaya Dios contigo.
PLEBERIO.- Señora mujer, ¿duermes?
ALISA.- Señor, no.
PLEBERIO.- ¿No oyes bullicio en el retraimiento de tu hija?
ALISA.- Sí oigo. ¡Melibea! ¡Melibea!
PLEBERIO.- No te oye; yo la llamaré más recio. ¡Hija mía Melibea!
MELIBEA.- ¡Señor!
PLEBERIO.- ¿Quién da patadasy hace bullicio en tu cámara?
MELIBEA.- Señor, Lucrecia es, que salió por un jarro de agua para mí, que había gran sed.
PLEBERIO.- Duerme, hija, que pensé que era otra cosa.
LUCRECIA.- Poco estruendo los despertó. Con gran pavor hablaban.
***
CALISTO.- Cerrad esa puerta, hijos.
SEMPRONIO.- Debes, señor, reposar y dormir esto que queda de aquí al día.
PÁRMENO.- Ni yo sentía tu granpena ni conocía la gentileza y merecimiento de Melibea.
CALISTO.- ¿Y cómo mudado?
PÁRMENO.- Tanto que, si no lo hubiese visto, no lo creería; mas así vivas tú como es verdad.
CALISTO.- ¿Pues habéis oído lo que con aquella mi señora he pasado? ¿Qué hacíais? ¿Teníais temor?
SEMPRONIO.- ¿Temor, señor, o qué? Por cierto, todo el mundo no nos le hiciera tener
CALISTO.- ¿Habéis dormido...