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Ahora los tiempos han cambiado, y ya no suceden cosas tan extraordinarias. Pero siendo sincera y basándome en mi propia historia, puedo asegurarles que hubo épocas en que todo era posible.

Mi nombre es Siss, tengo 19 años. Vengo de un pueblo donde las leyendas son artículos de fe, donde creemos en las tradiciones de familia tanto y quizá más que en el evangelio. No existe hogar alguno entrenosotros que no tenga su propio espectro, ya sea fantasma o alguna criatura mitológica.

En los lugares más remotos de aquel pueblo, es en donde nací. En él se logran escuchar ruidos tan misteriosos que podría despertar el temor en la persona más valiente; rugidos tan horribles en las antiguas torres, sacudidas tan impresionantes en las murallas, que los habitantes huyen temerosos a que algomalo les ocurra.

Un día a través de un telegrama, supe que habían matado a mi hermano menor; otro día me anunciaron que mi hermano mayor estaba mortalmente herido; y por fin, después de una jornada en la cual había escuchado aterrorizada el ruido del cañón cada vez más cercano, vi llegar a mi padre. Había venido a encerrarse en nuestra casa con la intención de sepultarse bajo sus ruinas.Mi padre no temía nada por él, pero temblaba por mí. En efecto, lo único que quedaba para mi padre era la muerte, porque estaba seguro de no caer vivo en manos del enemigo, pero a mí me aguardaba la esclavitud, el deshonor y la vergüenza.

Mi padre, llamó al intendente, le entregó todo el dinero y los objetos preciosos que poseíamos, y recordando que mi madre, casi una niña todavía, habíaencontrado un refugio inaccesible en las montañas, situado en medio de los más hermosos lagos de mi país, le ordenó guiarme hasta allá, en donde puertas hospitalarias se habían abierto para mi madre y ahora las abrirían para la hija.

A pesar del gran amor que mi padre profesaba por mí, nuestra despedida no fue larga. Me puse de prisa un vestido de amazona que solía usar cuando acompañaba a mishermanos en las cacerías. Me trajeron ensillado el mejor caballo de la cuadra; en los bolsillos del arzón mi padre me puso sus propias pistolas, obras maestras de las fábricas; me abrazó y dio orden de partida.

Durante aquella noche y el día siguiente, recorrimos veinte leguas siguiendo uno de esos ríos sin nombre, pero bellos a simple vista. Esta primera etapa nos había evitado el peligro de caercomo miles de sacos rotos, al fondo del mar. El sol ya se ocultaba cuando vimos brillar las cimas nevadas de los montes.

Hacia la noche del día siguiente, llegamos a su pie. Por fin, en la mañana del tercer día, comenzamos a avanzar por una de sus gargantas. Sus cumbres tempestuosas cubiertas de nieve eterna se pierden entre las nubes; sus inmensos bosques de abetos se inclinaba sobre elterso espejo de lagos que parecen mares, en los cuales jamás embarcación alguna surcó sus ondas ni redes de pescadores turbaron su cristal profundo como el azul del cielo; apenas, si cada tanto, resuena allí la voz humana, haciendo escuchar un canto moldavo al que responden los gritos de los animales salvajes.

Por millas y millas se viaja bajo la bóveda umbría de los bosques, al contacto con lasmaravillas que la soledad nos descubre a cada instante y que hacen pasar nuestro espíritu del asombro a la admiración. Ahí el peligro se encuentra por doquier, compuesto de mil riesgos diversos, pero no hay tiempo para el miedo. Aquí hay algunas cascadas originadas por el deshielo que, saltando de roca en roca, invaden de pronto el angosto sendero que se recorre; allí hay árboles minados por eltiempo, que se desprenden del suelo y se derrumban con un estrépito espantoso semejante al de un terremoto; los huracanes nos envuelven de nubes, en medio de las cuales se ve centellear, estirarse y contorsionar el relámpago, como una serpiente en llamas.

Después de haber superado aquellos bosques agrestes y primitivos y estepas áridas, donde la vista se pierde en un horizonte inagotable, ya...