adios
Cornelio Piedrahita no soplaba aparato alguno de viento, ni hacía estrépito musical ninguno; pero,en cambio, era quien llevaba la botella de mallorca, que los hombres se pasaban de boca en boca, como una pipa de paz, con recia asuididad, en todas las oportunidades posibles. Además, aunque contrasu voluntad, el muchacho había de ayudar a conducir el armatoste instrumental del padre, cuando a éste, cada día con más frecuencia, lo vencían los accesos de su tos hética. Era, así, imprescindible, yformaba parte principalísima de la banda.
Por cierto que los músicos utilizaban al muchacho para los más variados menesteres; y, como él era de natural amable y servicial, cuando no lo atacaba elmal humor... prestábase de buena gana a los mandados.
La única cosa que le disgustaba en realidad, era alzarse a cuestas el bombo. Del resto, dábale lo mismo ir a entregar, hurtándose a los perrosbravos y a los ojos avizores, una carta amorosa de Pacheco, que era el tenorio lírico de la banda, y a cualquier chola guapetona; o adelantarse, casi corriendo, cuadras y cuadras, al grupo, para anunciarcomo heraldo la llegada, o, en fin, aventurarse por las manngas yerbosas en busca de un ternero, un chivo, un chancho o cualquier otro "animal de carne", al que hundía un largo cuchillo que punzaba elcorazón, si no era que le seccionaba la yugular para satisfacer los nueve estómagos hambrientos, en las ocasiones, no muy raras, en que los "frejoles se veían lejos".
Cuando andaban por las zonas...
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