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Yo era una adolescente muy tímida y también lo era mi primer novio. Cursábamos el bachillerato en una ciudad pequeña y llevábamos seis meses de novios. El noviazgoconsistía sobre todo en tener las manos húmedas de tanto tomárnoslas, realmente ver películas de vez en vez de besuquearnos, y hablar boberías. En muchas ocasiones estuvimos a punto de besarnos- ambosteníamos unas ganas tremendas de hacerlo- pero ninguno tenía el valor de tomar iniciativa.
Por fin él decidió lanzarse al ruedo un buen día, mientras estábamos sentados en el sofá de la sala de mi casa.Cuando decidió arrimarse estábamos hablando del calor que hacia (¡en serio!). Como me tapé la cara con un cojín para bloquear el avance, ¡él termino besando un pedazo de tela floreada!
Yo deseabamucho ser besada, pero estaba demasiado nerviosa para dejar que él se acercara. De modo que me corrí hacia el otro extremo del sofá y él siguió mi ejemplo. Luego nos pusimos a hablar de la película y élhizo su segunda intentona. Lo volví a bloquear.
Llegue al final del sofá. Él también. Volvimos a entablar conversación. Cuando hizo su tercera intentona… me levante. Parecía tener resortes en laspiernas.
Me fui al portón de entrada, me recosté contra la pared, cruce los brazos y le dije con impaciencia: “bueno, ¿al fin me vas a besar, o no?”.
“¡claro!”, contesto. Así que me pare derechita,cerré los ojos, fruncí los labios, y levante el rostro. Esperé… y me quede esperando (¿por qué no me besaba?) abrí los ojos; y en ese momento se me venía encima. Sonreí. ¡ME BESÓ LOS DIENTES!
Pude habermemuerto. Él se fue.
Muchas veces me pregunte si él les había contado a sus amigos acerca de nuestro infortunado encuentro romántico. Como yo era extremada y dolorosamente tímida, termineescondiéndome durante los siguientes dos años, lo que dio por resultado que no volviera a salir con ningún muchacho durante el resto del bachillerato. De hecho, si llegaba a verlo a él o a cualquier otro...
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