administracion
1 diciembre, 2009
Escrito por:
David Piñón Balderrama ( )
El testimonio inédito de un reportero del norte del país cuya vida fue invadida por el narcotráfico
Uno
Estaba a cinco meses de casarme, acababan de ascenderme en el periódico y parecía que por fin había llegado la hora en que iba a poder vivir completamente del periodismo. Entonces comenzó una época que lasautoridades llamaron “la guerra contra el crimen organizado”. Los primeros días no fueron malos. Creí que se presentaba la oportunidad de hacer grandes cosas. Tenía un nuevo equipo de trabajo, dispuesto a jugársela conmigo, y ese equipo me hacía sentir cierto liderazgo, algo halagador si trabajas con gente profesional que te tiene en cuenta para tomar decisiones y comenzar a actuar. Era la luna demiel, aunque la experiencia de mis antecesores me advertía que aquel periodo sólo duraría unos meses antes de que comenzaran los problemas que me harían aventar el cargo y hundirme en la soledad. Estaban equivocados. La luna de miel terminó mucho antes.
Duró exactamente una semana y terminó la tarde en que ejecutaron a Iván, un agente de la Policía Municipal que me pasaba información y dominabael centro de la ciudad. Lo había conocido en mis tiempos de reportero en la calle, cerca de las ambulancias, las patrullas, el mundo de los oficiales. Iván conocía los nexos criminales de los jefes policíacos y las bandas, sabía la ubicación de tienditas y picaderos, y podía identificar para quién trabajaba cada puchador. Platicaba mucho conmigo, pero nunca me dejaba apuntar.
—Nomás te estoyplaticando —decía—. No apuntes y allá tú si lo publicas.
Una tarde, cuando estaba por terminar mis labores, me avisaron que por la zona sur oriente de la ciudad un comando armado lo había ejecutado. El chofer de un camión alcanzó a ver cómo lo tenían hincado varios hombres con el rostro cubierto, gritándole que se había pasado de lanza y que por eso iban por él. Supe que lo habían asesinado por lainformación que pasaba, que la corporación policíaca a la que había pertenecido estaba infiltrada por criminales. Un compañero de trabajo me dijo:
—Las cosas se están poniendo calientes. Nos están diciendo que le bajemos de huevos.
—Está bien, chaparrito —respondí—. Pues entendimos el mensaje y ya.
Su muerte se perdió entre las 100 ejecuciones que se habían registrado en la ciudad a lo largo de2007 y que duplicaban las ocurridas el año anterior. Al comenzar 2008 se había alcanzado esa misma cifra en sólo dos meses. A fines de marzo habíamos contabilizado 214 víctimas y yo había descubierto que mi nuevo empleo poseía grandes desventajas: el teléfono sonaba a cualquier hora de la madrugada, ganaba sólo un poco más de sueldo y tenía, en cambio, el triple de trabajo. Me pasaba el díaencerrado en la oficina, extrañando las calles y la urgencia de la nota diaria, obligado a atender trámites burocráticos de la Gerencia, Recursos Humanos y Publicidad.
Pasaba el tiempo sintiendo que los días deberían tener 28 horas, porque 24 eran insuficientes.
Un día cualquiera de marzo de 2008, a las siete de la noche, me dirigí al estacionamiento del periódico. Pensaba cenar algo con mi novia yluego ir a descansar. Subí a la camioneta, encendí el motor y entró una llamada de un número desconocido. Luego supe que no venía de la telefonía móvil sino de la satelital. No supe si debía responder. Llevaba trabajando 12 horas seguidas. Al fin, me ganó la curiosidad. No fuera a ser una emergencia. Hoy asocio aquella llamada con un poema de Ungaretti:
Lejos, lejos
como a un ciego
me han llevadode la mano.
Contesté:
—Licenciado, un gusto saludarle, licenciado. Me recomendaron que hablara con usted para platicar de… bueno, es que, mire, pues nosotros no queremos problemas con ustedes, ¿sí me entiende, patrón?, es que queremos que nos echen la mano, porque son chingaderas lo que están haciendo con nosotros y pues no queremos actuar a la mala. A nosotros no nos gusta meternos con los...
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