Administracion

La ola de despidos
por Bronwyn Fryer
Comentarios de Laurence J. Stybel y Maryanne Peabody,
Jürgen Dormann y Robert I. Sutton

Marzo 2009
Reimpresión R0903A-E

Si Astrigo Holdings quiere seguir siendo competitiva, debe
reducir su fuerza laboral en 10%. ¿Quién se queda? ¿Quién se va?

La ola de despidos
por Martha H. Aceituno de Polanco

“

¿Por qué los despidos masivos no sonparte del programa de
las escuelas de negocios?”, se preguntó Robin Astrigo. “Los
consejos de administración esperan que despidamos correctamente, pero nadie sabe cómo hacerlo”.
Apoyó su frente en la fría ventana y miró hacia el edificio de
enfrente. El viento acarreaba pequeños copos helados entre los
callejones de rascacielos de Chicago. Robin no podía ver a través de
los vidrios oscuros delas oficinas de la importante empresa consultora que tenía al frente, pero se preguntaba si el clima de allá era
igual de frío que en su empresa.
La llamada del analista esa mañana fue un golpe brutal. Las
ganancias de Astrigo fueron más bajas que sus estimaciones por
un margen de 20 centavos por acción. Las utilidades habían caído
en dos dígitos, pese a los esfuerzos por reducir el inventarioy los
gastos. A pesar de las agresivas promociones y recortes de precios,
las tiendas de Astrigo para el mejoramiento del hogar estaban perdiendo clientes a manos de minoristas más baratos con un servicio
al cliente mucho peor.
“Prepárate”, le advirtió el jefe de relaciones con los inversionistas una vez que terminó la llamada. “Los titulares de mañana
serán feroces”.
Robin pensó en sufallecido padre. “Pop” Astrigo había empezado como un esforzado dueño de un depósito de madera en el
Medio Oeste de EE.UU. Un conservador en lo fiscal, creía firmemente en que contar con mucho efectivo era crucial para la salud
de la empresa. Pero también le enseñó a su hijo que para conservar
su reputación de dar un gran servicio al cliente, la empresa debía
tratar bien a sus empleados. Robindirigía la firma en forma competente desde la muerte de su padre en 1996. Siempre insistió en
tener muchos millones de dólares en el banco, por si la empresa
necesitaba hacer adquisiciones cruciales. Aunque la recesión los
estaba golpeando fuerte, Robin no quería arriesgar la prosperidad
futura de Astrigo quemando ahora todo ese efectivo.
Robin se mordisqueaba su dedo pulgar. Tenía que reducirlos
costos aun más, y rápido. Una reducción agresiva en su dotación
de personal parecía ser el único curso de acción. Pop Astrigo se
había visto obligado a despedir gente en recesiones pasadas, pero
siempre le repugnó hacerlo. Un despido masivo sería devastador
para las familias de los empleados afectados, y también para todos

los pueblos donde las tiendas de Astrigo tradicionalmente habíansido una importante fuente de trabajo.
“Lo siento, Pop”, pensó Robin. Se preguntaba qué pensaría el
consejo de administración. Si no hacía bien las cosas, su propio
trabajo podría estar en riesgo.
Se sentó frente a su escritorio y envió un e-mail a su comité
ejecutivo: “Reunión obligatoria a las 4 p.m. en punto”.

¿Se van los más viejos o los más improductivos?
“¿Viste esto?”, preguntóMorris Meyers a Lisa Warren, sacando de
su abrigo la edición matutina del Tribune del bolsillo y señalando
el titular. “‘El negocio de la ropa se sigue encogiendo”. Hizo una
pausa y se rió con una explosiva carcajada al estilo tejano.“¿Quién
escribe esto?”.
Lisa alzó los ojos mientras esperaban el ascensor. “Qué tonto
pareces celebrando un mal juego de palabras, Morris”, dijo.
Dentro delascensor con paneles de madera de cerezo, Lisa se
sacó su gorro de lana y sacudió su cabello a medida que subían al
piso 16, donde había un exclusivo club privado. Morris, el director
de finanzas de Astrigo, la había invitado, como jefa de asuntos
legales, a almorzar allí. Había reservado un salón donde pudieran
hablar sin que nadie los escuchara.
Durante la reunión de la tarde anterior, Robin...