Agatha Christie El acantilado

Páginas: 23 (5715 palabras) Publicado: 12 de septiembre de 2015
EL ACANTILADO
Agatha Christie

Agatha Christie

El acantilado

Clare Halliwell recorrió el corto camino desde la puerta de su casa hasta la verja. De su
brazo colgaba una cesta, y la cesta contenía una botella de caldo, gelatina casera y unos
racimos de uva. En la aldea de Daymer's End no había muchos pobres, pero los pocos que
había recibían asidua atención, y Clare era una de las voluntariasmás diligentes de la
parroquia.
Clare Halliwell contaba treinta y dos años. Tenía un porte erguido, un color saludable y
unos bonitos ojos castaños. No era hermosa, pero ofrecía un aspecto lozano, agradable y muy
inglés. Todos la apreciaban y decían que era buena persona. Desde la muerte de su madre,
hacía dos años, vivía sola en la casa con su perro, Rover. Criaba pollos y le gustaban los
animalesy la vida al aire libre.
Mientras descorría el pestillo de la verja, pasó un coche biplaza, y la conductora, una
muchacha con un sombrero rojo, la saludó con la mano. Clare devolvió el saludo, pero apretó
los labios por un momento. Notó esa punzada en el corazón que siempre sentía al ver a Vivien
Lee. ¡La esposa de Gerald!
Medenham Grange, que se hallaba a poco más de una milla de la aldea,pertenecía a la
familia Lee desde hacía muchas generaciones. Sir Gerald Lee, el actual propietario de la villa,
aparentaba mayor edad de la que tenía y, según muchos, se mostraba altivo en el trato con
los demás. En realidad, su actitud pomposa ocultaba una considerable timidez. Él y Clare
habían jugado juntos de niños. Más tarde fueron amigos, y muchos —incluida, debe decirse, la
propia Clare—confiaban en que de esa relación surgiese un lazo más serio y estrecho. No
había prisa, desde luego, pero algún día... Así se lo planteaba Clare en sus adentros: algún
día.
Y de pronto, hacía apenas un año, la aldea recibió con asombro la noticia de que sir
Gerald se casaba con una tal señorita Harper, una desconocida.
La nueva lady Lee no se granjeó la simpatía de sus convecinos. Los asuntos de laparroquia le traían sin cuidado; la caza la aburría; y el campo y los deportes al aire libre le
causaban aversión. Los resabidos del lugar movían la cabeza en un gesto de pesimismo y se
preguntaban cómo acabaría aquel matrimonio. No costaba adivinar por qué se había
encaprichado de ella sir Gerald. Vivien era una belleza, menuda, delicada, grácil, de cabello
rojo dorado que se rizaba encantadoramente entorno a sus preciosas orejas y grandes ojos de
color violáceo capaces de lanzar insinuantes miradas de soslayo con absoluta naturalidad. En
todos los sentidos ella y Clare eran, pues, polos opuestos.
Gerald Lee, con su masculina simplicidad, mostraba un vivo interés en que su esposa y
Clare llegasen a ser excelentes amigas. Invitaba a Clare a cenar en la villa con frecuencia, y
Vivien fingía unaafectuosa familiaridad siempre que se veían. De ahí su alegre saludo de esa
mañana.
Clare fue a cumplir su caritativa misión. El párroco se encontraba también de visita en la
casa de la anciana en cuestión, y al salir caminaron juntos un trecho. Antes de seguir cada uno
por su lado, se detuvieron un momento a hablar de asuntos parroquiales.
—Jones ha vuelto a las andadas —anunció el párroco—. Yesta vez, al ver que
abandonaba la bebida por iniciativa propia, yo tenía la firme esperanza de que lo consiguiese.
—Vergonzoso —afirmó Clare categóricamente.
—Eso nos parece a nosotros —dijo el señor Wilmot—, pero debemos recordar que es
difícil ponerse en su lugar y comprender su tentación. Para nosotros, el deseo de
emborracharse resulta inexplicable; sin embargo, a todos nos asaltan tentacionesde una u
otra clase, y eso debe servirnos para entender mejor las suyas.
—Supongo que así es —repuso Clare con escasa convicción.
El párroco la observó.
—Algunos tienen la fortuna de verse tentados escasas veces —dijo con delicadeza—. Pero
incluso a esos les llega el momento. Mantente alerta y reza para no caer en la tentación. No lo
olvides.
A continuación se despidió y se alejó con paso...
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