Agonia de Rasu Ñiti

Páginas: 31 (7522 palabras) Publicado: 2 de abril de 2014
RESUMEN DE LA OBRA LITERARIA LA AGONIA DE RASU ÑITI 
- Jose Maria Arguedas -
     Estaba tendido en el suelo, sobre una cama de pellejos. Un cuero de vaca colgaba de uno de los maderos del techo. Por la única ventana que tenía la habitación, cerca del mojinete, entraba la luz grande del sol; daba contra el cuero y su sombra caía a un lado de la cama del bailarín. La otra sombra, la del restode la habitación, era uniforme. No podía afirmarse que fuera oscuridad; era posible distinguir las ollas, los sacos de papas, los copos de lana; los cuyes, cuando salían algo espantados de sus huecos y exploraban en el silencio. La habitación era ancha para ser vivienda de un indio.

     Tenía una troje. Un altillo que ocupaba no todo el espacio de la pieza, sino un ángulo. Una escalera de palode lambras servía para subir a la troje. La luz del sol alumbraba fuerte. Podía verse cómo varias hormigas negras subían sobre la corteza del lambras que aún exhalaba perfume.

     —El corazón está listo. El mundo avisa. Estoy oyendo la cascada de Saño. ¡Estoy listo! Dijo el dansak’ “Rasu-Ñiti”1 .

     Se levantó y pudo llegar hasta la petaca de cuero en que guardaba su traje de dansak’ ysus tijeras de acero. Se puso el guante en la mano derecha y empezó a tocar las tijeras.

     Los pájaros que se espulgaban tranquilos sobre el árbol de molle, en el pequeño corral de la casa, se sobresaltaron.

     La mujer del bailarín y sus dos hijas que desgranaban maíz en el corredor, dudaron.

     — Madre ¿has oído? ¿Es mi padre, o sale ese canto de dentro de la montaña? —preguntó lamayor.
     —¡Es tu padre! —dijo la mujer.

     Porque las tijeras sonaron más vivamente, en golpes menudos.

     Corrieron las tres mujeres a la puerta de la habitación.

     “Rasu-Ñiti” se estaba vistiendo. Sí. Se estaba poniendo la chaqueta ornada de espejos.

     — ¡Esposo! ¿Te despides? — preguntó la mujer, respetuosamente, desde el umbral. Las dos hijas lo contemplarontemblorosas.
     —El corazón avisa, mujer. Llamen al “Lurucha” y a don Pascual. ¡Qué vayan ellas!

     Corrieron las dos muchachas.

     La mujer se acercó al marido.

     —Bueno. ¡Wamani2 está hablando! —dijo él— Tú no puedes oír. Me habla directo al pecho. Agárrame el cuerpo. Voy a ponerme el pantalón. ¿Adónde está el sol? Ya habrá pasado mucho el centro del cielo.
     —Ha pasado. Estáentrando aquí. ¡Ahí está!
     Sobre el fuego del sol, en el piso de la habitación, caminaban unas moscas negras.
     —Tardará aún la chiririnka3 que viene un poco antes de la muerte. Cuando llegue aquí no vamos a oírla aunque zumbe con toda su fuerza, porque voy a estar bailando.

     Se puso el pantalón de terciopelo, apoyándose en la escalera y en los hombros de su mujer. Se calzó laszapatillas. Se puso el tapabala y la montera. El tapabala estaba adornado con hilos de oro. Sobre las inmensas faldas de la montera, entre cintas labradas, brillaban espejos en forma de estrella. Hacia atrás, sobre la espalda del bailarín, caía desde el sombrero una rama de cintas de varios colores.

     La mujer se inclinó ante el dansak’. Le abrazó los pies. ¡Estaba ya vestido con todas susinsignias! Un pañuelo blanco le cubría parte de la frente. La seda azul de su chaqueta, los espejos, la tela roja del pantalón, ardían bajo el angosto rayo de sol que fulguraba en la sombra del tugurio que era la casa del indio Pedro Huancayre, el gran dansak’ “Rasu-Ñiti”, cuya presencia se esperaba, casi se temía, y era luz de las fiestas de centenares de pueblos.

     —¿Estás viendo al Wamani sobre micabeza? —preguntó el bailarín a su mujer.

     Ella levantó la cabeza.

     —Está —dijo—. Está tranquilo.
     —¿De qué color es?
     —Gris. La mancha blanca de su espalda está ardiendo.
     —Así es. Voy a despedirme. ¡Anda tú a bajar los tipis de maíz del corredor! ¡Anda!

     La mujer obedeció. En el corredor de los maderos del techo, colgaban racimos de maíz de colores. Ni la...
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