agua muerta
Agua muerta, de Pablo De Santis
EPISODIO I
Un trabajo para la Corporación Treviso
Miguel Comte, un joven biólogo, acude al llamado de una misteriosa compañía. Tiene
esperanzas de escapar de la soledad y conseguir un buen trabajo. Pero, ¿qué se esconde detrás de las oficinas sórdidas de la Corporación Treviso?
Con una cuarta parte de sus últimos ahorros, Miguel Comte compró uncontestador telefónico. A partir de ese momento, vivió pendiente de los posibles llamados. Ya en el viaje en el ascensor, su mano imaginaba el momento de entrar en el departamento y encontrar el número cuatro o el cinco brillando en la oscuridad. Pero la mayoría de las veces lo recibía el cero, que Comte sentía como una calificación al modo como estaba llevando su vida.
Tenía dos clases deesperanzas: laborales y sentimentales. Las primeras estaban justificadas, ya que Comte leía con paciencia los diarios y enviaba cartas a las empresas que ponían avisos. Gracias a una carta había conseguido trabajo por cinco meses; gracias a otras había conocido buena parte de la ciudad. En cuanto a los llamados sentimentales, sabía que no tenía motivo alguno para esperarlos. ¿Qué chica lo llamaría, si enlos últimos meses no había hecho ningún intento por conocer a nadie? A veces, tenía la sensación de que debía de haber algún sitio secreto donde la gente se cruzaba y se conocía, y así se armaban parejas, y el género humano se perpetuaba.
Una noche, al volver a su casa, encontró siete mensajes en el contestador automático. Los tres primeros eran mensajes mudos (Miguel los detestaba, porque lollenaban de dudas y se pasaba horas pensando en quién podría haberlo llamado). Los cuatro siguientes eran de la Corporación Treviso. Una secretaria le pedía que se comunicara en forma urgente con la compañía.
Miguel había respondido siete meses atrás a un aviso de la empresa, pero no había recibido ninguna respuesta. Le extrañaba que después de una demora tan larga, lo llamaran con semejanteinsistencia.
Mientras estaba tendido en su cama, imaginaba una posible razón de tal urgencia: su carta original —en la que Miguel había escrito sobre sí mismo tres carillas, tal como lo pedía el aviso— se había extraviado, y recién ahora, al mover unos papeles, la encontraron. Entonces, las autoridades de la Corporación Treviso se lamentaban de haber perdido la oportunidad de contratar a alguien comoél, y ordenaban a una pobre secretaria que llamara una y otra vez, para reparar desesperadamente el error.
Miguel Comte puso el despertador a las siete de la mañana y a las ocho llamó a la Corporación Treviso. Reconoció la voz de la secretaria que había dejado los mensajes.
—Venga cuanto antes. Lo necesitamos en Crates.
Mientras planchaba los pantalones de un traje azul que no se poníadesde hacía meses, Miguel recordó que aquel viejo aviso de la empresa exigía a los postulantes “disponibilidad para traslados”. Crates debía ser el nombre de un pueblo donde la empresa tenía centros de investigación o de producción.
En los cinco años que habían durado sus estudios de biología en la universidad, Miguel nunca había oído hablar de la Corporación Treviso; sospechaba que se trataba deuna empresa destinada a las investigaciones secretas, y que por eso prefería la reserva a la publicidad.
Fue al quinto piso de un edificio ruinoso. Las oficinas de la Corporación Treviso no eran tan modernas como había imaginado... El empapelado que cubría las paredes empezaba a desprenderse y el único sillón dejaba escapar resortes por varias heridas. Sobre un escritorio, una revista decrucigramas exhibía tachaduras y borrones.
Miguel esperó unos segundos; luego tosió y comenzó a caminar por la oficina, haciendo sonar sus tacos contra el piso. Nadie apareció. Esperó unos minutos más y golpeó una de las puertas.
—Pase —dijo una voz.
En una diminuta oficina, un hombre gordo estudiaba un grueso bibliorato. Miguel dijo tímidamente su nombre. El hombre reaccionó de inmediato,...
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