AguasPrimaverales

Páginas: 198 (49438 palabras) Publicado: 28 de febrero de 2015
Iván Turguenev

Aguas Primaverales
Revisado por: Gema Guada

A eso de la una de la madrugada regresó a su gabinete de trabajo, despidió al criado
que había encendido las velas. Y sentándose en una butaca junto al fuego, cubrióse el
rostro con ambas manos.
Nunca había sentido tal desfallecimiento físico y moral. Había pasado la velada con
amables damas e inteligentes caballeros. Muchas de aquellasdamas eran bonitas; la
mayor parte de los caballeros distinguíanse por el talento y el ingenio; él mismo se había
mostrado en la conversación interlocutor agradable y hasta brillante... y a pesar de todo
eso, nunca se había encontrado tan irresistiblemente acometido y opreso por aquel
taedium vitae de que hablaban ya los antiguos romanos.
Si hubiese sido más joven, hubiera llorado de fastidio, deangustia y de enervamiento;
un amargor corrosivo y urente, como el del ajenjo, llenaba su alma entera; cierto no sé
qué denso, helado, tétrico, le envolvía por todas partes como una oscura noche, y no sabía
cómo desembarazarse de esa oscuridad, de ese amargor. Era inútil recurrir al sueño,
presentía que el sueño no iba a venir en su auxilio.
Insensiblemente se sumió en largas y lentasreflexiones, deshilvanadas y tristes.
Meditó acerca de lo vano, inútil y vulgarmente embustero de las cosas humanas. Todas
las épocas de la vida -acababa de cumplir cincuenta y dos años- desfilaron unas en pos de
otras ante los ojos de su pensamiento, y ninguna de ellas encontró gracia delante de él.
¡Agitarse siempre en el vacío y la nada, andar siempre dando tajos y mandobles al aire,
siempre embelesarsemedio cándida, medio conscientemente con el señuelo de vanas
quimeras! “Poco importa lo que contenta a un niño, con tal de que no llore”, dice un
proverbio ruso. Luego, de pronto, cual nieve que nos cae en la cabeza, ver llegar la vejez
y con ella su compañero, el temor a la muerte, ese temor que nos zapa y nos roe sin
cesar...; después, por último, ¡el chapuzón en el abismo!
¡Y aun dichoso sitranscurre así la vida! Porque más de una vez, . antes del fin, como la
herrumbre ataca al hierro, llegan los achaques y el sufrimiento...
La vida no se le aparecía como ese mar de olas tumultuosas que describen los poetas;
se la representaba llana como un espejo, inmóvil, transparente hasta en sus más oscuras
profundidades; sentado él en una barquichuela vacilante, y abajo, en el fondo del abismooscuro y fangoso, entreveía vagamente, a semejanza de peces enormes, formas
monstruosas: eran todas las miserias de la vida, enfermedades, pesares, demencia,
ceguera, pobreza... Y ante su vista sale de las tinieblas uno de esos monstruos; sube, sube
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sin cesar; se hace cada vez más visible, cada vez más horriblemente distinto... Unmomento más, y, levantada por el lomo del monstruo, va a zozobrar la barca. Pero de
nuevo parece hacerse más vaga la forma, desciende el monstruo, se vuelve al fondo y se
queda allí tendido, agitando apenas su oscura cola... Sin embargo, tiene que venir el día
fatal en que se tumbe la barca.
Sacudió la cabeza, levantóse de un salto de la butaca, dio un par de vueltas por la
estancia y tomó asientodetrás de la mesa de escritorio; después, abriendo uno tras otro
todos los cajones, se puso a revolver papeles, cartas antiguas, la mayor parte cartas de
mujeres. Él mismo ignoraba por qué hacía eso, pues no buscaba ninguna cosa. Su único
objeto era librarse, por medio de cualquier ocupación, de los pensamientos, que le
perseguían como una pesadilla.
Desdobló al acaso algunas cartas. Una de ellascontenía una flor seca, rodeada por una
cinta ajada. Se encogió de hombros, echó un vistazo a la chimenea y puso aparte las
cartas, como si se hubiese dispuesto a entregar a las llamas esas inútiles reliquias.
Siguieron sus manos explorando febrilmente los cajones; de pronto abrió los ojos de
par en par y atrajo suavemente hacia sí una cajita octógona, de forma anticuada, y levantó
despacio la tapa....
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