ahijadas 2
AMOR EN VENTA
CONTRACT BABY
Capítulo 1
Esta es PolIy Johnson —dijo Raúl Zaforteza tras sacar una fotografía de una carpeta —. Dentro de seis semanas dará a luz a mi hijo. Para entonces, tengo que haberla encontrado.
Digby, que esperaba una rubia despampanante con cara y cuerpo de modelo, se quedó confundido al ver a esa mujercita pequeña y delgada, depelo color caoba, ojos azules y sonrisa dulce. Parecía tan joven que no la veía adecuada como madre de alquiler.
Digby Carson era abogado de un bufete londinense de gran prestigio y había llevado casos muy difíciles; ¿pero qué podía hacer contra una madre de alquiler que había huido, resuelta a quedarse con el niño finalmente? Miró a su cliente con expresión poco alentadora.
La fortuna de RaúlZaforteza le venía de la explotación de minas de oro y diamante. Era un magnate brillante, un gran jugador de polo y, según la prensa amarilla, un hombre mujeriego. Rozaba el metro noventa, tenía constitución atlética, un temperamento inflamable y, en resumen, un aspecto muy intimidatorio.
— Digby... creía que mi asesor de Nueva York ya te había hablado al respecto — espetó Raúl impacientado.—Dijo que era un asunto demasiado confidencial para tratarlo por teléfono. Y yo no tenía la menor idea de que estuvieras planeando convertirte en padre por medio de una madre de alquiler — replicó Digby—. ¿Por qué demonios te has embarcado en una aventura tan arriesgada?
—¡Por Dios!, ¡tú me has visto crecer! ¿Cómo puedes preguntarme eso?
Digby se sintió incómodo. Había trabajado para eldifunto padre de Raúl y no se le escapaba la infancia desdichada de éste. A pesar de su dinero, no podía decirse que le hubiera tocado la lotería con los padres.
—Decidí hace mucho que no me casaría —prosiguió Raúl con convicción—. ¡Jamás dejaré que una mujer tenga tanto poder sobre mí, o sobre los hijos que pudiéramos tener! Pero siempre me han gustado mucho los niños...
—Ya —susurró Digby.—Muchos matrimonios acaban divorciándose y en la mayoría de ellos la mujer se queda con los hijos —le recordó Raúl al abogado—. Alquilar a una madre me pareció la mejor manera de asegurarme la potestad de mi bebé; no ha sido un acto impulsivo, Digby. Y me costó mucho encontrar a una mujer adecuada...
—¿Adecuada? —interrumpió Digby, sorprendido por la elección, que no se parecía nada a las rubiasde las que su cliente solía hacerse acompañar.
—Cuando mi equipo de asesoramiento de Nueva York puso un anuncio, recibieron ofertas de muchísimas candidatas. Contraté a un médico y a un psicólogo para que dictaminara a las más aptas, tras someterlas a una batería de pruebas... y la responsabilidad final fue mía, por supuesto.
—¿Cuántos años tiene? —preguntó Digby mientras miraba la foto dePolly Johnson.
— Veintiuno.
—¿Y era la única candidata adecuada?
— El psicólogo tenía sus reservas, pero decidí pasarlas por alto. Tuve la corazonada de que era la madre perfecta y actué por instinto. Es cierto que es joven e idealista, pero sus valores me convencieron; no la motivaba la codicia, sino el deseo desesperado de pagarle una operación a su madre que pudiera prolongarle la vida.
— Mepregunto si esa desesperación no afectó a su capacidad de discernir dónde se estaba metiendo — repuso Digby.
— Eso no sirve de nada ahora que está embarazada de mi hijo —replicó Raúl, desabrido—. Voy a encontrarla como sea. He estado investigando y sé que hace dos meses estuvo en la casa de su madrina, en Surrey. Todavía no sé adónde fue después; pero antes de encontrarla necesito saber quéderechos tengo de acuerdo con las leyes de este país.
Digby no tenía prisa por darle las malas noticias: el alquiler de madres no estaba bien visto en Inglaterra y si ella decidía quedarse con el bebé, ningún juez le entregaría la custodia de éste al supuesto padre, por más contratos que se hubieran firmado.
— Antes cuéntame más detalles — contestó el abogado.
Mientras le ponía al...
Regístrate para leer el documento completo.