ahora la leo
Él no dijo nada, se limitó a bufar, como si yo llorando le agotara y nuestra ‘’conversación’’, si podía llamarse así, le aburriera.
—Kendall —dije entre el llanto.
¿Por qué estaba tan distinto conmigo?
Kendall miro por el espejo retrovisor y bruscamente se metió por una calle que no había notado. Volvió a doblar en otra calle y se detuvo frente a un portón. Levanto por la parte dearriba el portavasos y de un pequeño lugar saco un radio.
—Aquí Schmidt, torre uno responde —dijo sin apartar la mirada del portón—, cambio.
—Aquí torre uno, ¿Schmidt te acercas al parabrisas, por favor? —Respondió una voz monótona, distorsionada por el radio, luego de unos cortos segundos—, cambio.
Kendall se inclinó hacia adelante.
—No te veo muy bien —volvió a decir el radio.
—Tenemos un códigorojo, Edwin, no estoy para que me jodas.
—Mierda —siseo el radio y el portón comenzó a abrirse—, debiste haber comenzado con eso.
—Solo sigo el protocolo… —la mirada de Kendall se posó en mi apenas medio segundo pero sentí como si me hubiera abofeteado. ¿Protocolo? —. Cambio y fuera.
Kendall aceleró y condujo a través de un camino de tierra, doblo en una esquina y el auto se metió en un túnel. Meafirme de la puerta del auto. El camino se hizo de asfalto y era mucho más inclinado de lo que parecía.
Llegamos a un estacionamiento con muchos otros coches parecidos a este y algunas vans grandes.
El coche freno y el silencio se hizo de nuevo.
¿Qué era todo esto?
Kendall suspiro y se bajó del auto.
Limpie mis lágrimas con coraje y me cruce de brazos.
Mi puerta se abrió y Kendall me tendió unamano vacilante.
—Vamos —me animo.
— ¿Dónde estamos?
—Solo ven conmigo.
— ¿Y si me niego?
—Por favor —pidió.
—No hasta que me digas donde estamos —le mire desafiante.
—No puedo decirte.
— ¿Eres un secuestrador o un terrorista? —mis ojos, aunque no quería, inevitablemente se llenaron de lágrimas.
—No soy nada de eso —respondió.
Le apunte acusadoramente con el dedo.
— ¿Entonces por qué estoy aquí ahora?Por ti, tú me trajiste aquí.
—Te saque de ese tiroteo… —empezó.
— ¡Usando una pistola! ¿Alguna vez me contaste que sabias disparar? Además…dios, oh dios… —comencé a temblar—, ¡le disparaste a alguien! Esa pobre persona…
— ¡Ellos intentaban darte a ti! —por primera vez me gritó.
Y todo se quedó en silencio. Nunca antes me había gritado así. Su cara estaba roja de coraje y tenía las manos enpuños.
¿A mí? ¿Por qué querrían darme a mí?
—Adeline…
—No quiero escucharte —lo interrumpí.
—Tendrás que venir conmigo —dijo.
—No quiero —respondí.
—Es que…no es una sugerencia, es una orden.
—No pienso salir de este… —hasta entonces no sabía cuanta fuerza en verdad tenia Kendall. Me tomó por la cintura y me subió a su hombro, sacándome del auto.
— ¡Kendall! —me queje en un grito asombrado.
Afirmando mispiernas e ignorando mis golpes en su espalda siguió caminando hasta una especie de puerta de ascensor.
—Solo recibo ordenes —dijo bajo.
Llamó al ascensor y esperamos tres cortos segundos.
—Bájame — le gruñí.
El entro lentamente.
— ¿Y dejar que huyas y tener que perseguirte? No, gracias.
—Eres un aburrido —le dije, esperando con un poco de esperanza que en algún rincón de este nuevo Kendall estémi Kendall, el cual yo quería tanto.
Su mano golpeo mi trasero. Salte de la impresión.
— ¿Sigo siendo aburrido? —pregunto burlón.
— ¡Bájame! ¡Bájame, bájame, bájame! ¡En este mismo instante Schmidt!
Las puertas se abrieron y nos encontramos con un pasillo blanco.
—No, gracias.
— ¡Bájame! —comencé a golpear su espalda de nuevo. Lo más fuerte que pude, desquitándome y sacando toda la rabia de mi—¿Por qué? —Se me quebró la voz— ¿Por qué haces esto? ¿Qué quieres de mí? —con la última palabra las lágrimas comenzaron a caer.
Kendall se detuvo.
— ¿Estas llorando? —pregunto.
—No, imbécil. ¿Cómo podría llorar? Estoy sumamente feliz de que sea mi primer secuestro. ¡Yei!
Quise que mi grito de júbilo saliera con un tono de voz muy hipócrita, pero intentarlo solo hizo que me viera más estúpida...
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