Aita
Aita no posee un argumento en el sentido más tradicional del término. Se trata de una producción pequeña, casi ínfima, que se recrea en laacumulación de largos encuadres fijos y en los juegos de iluminación que apuestan por el claroscuro. No es una propuesta que pueda digerir agradablemente todo tipo de públicos; incluso puede resultar incómodapor resultar una cinta confusa y demasiado abstracta.
Aita, título simple donde los haya que en euskera se traduce como padre, bien podría llamarse Hasiera (casa). La afirmación no es gratuita. Elfilme se dedica, durante su hora y media, a atender la cotidianidad de un caserío señorial vetusto y ruinoso. Observada a través de los ojos de su cuidador y del comparsa de éste, un cura que se dedicaa dedicarle algunas peroratas a la muerte, el espectador explorará este asombroso, que lo es, estudio del espacio sin saber a qué atenerse.
Únicamente tres pasajes se revelan como portadores de unsignificado filosófico. En ellos, se atiende a unas proyecciones fantasmales en las paredes de las estancias del recinto. El resto de su metraje queda consagrado a la exploración del tiempo y delespacio mediante una serenidad insólita. En el fondo, se podría reducir su concepto a la observación minuciosa, casi naturalista, de una gran casa que parece querer incluir una lectura sobrenatural.Aita no es más que un longevo inventario de objetos y recovecos siniestros por mucho que sus trampas intelectuales aspiren a otorgarle una calidad trascendental. Donde debería fascinar, el filme se...
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