Ajenjo

Ajenjo
“La angustia es el precio de ser uno mismo”.
Silvio Rodríguez

Cruzó el umbral con la pesadumbre de quienes desean morir pronto y de una vez por todas. Llevaba colgado al cuello unrosario plástico de cuentas, y en el pecho -estampado- un dibujo de elefante palpitando sobre una remera deformada por el uso. Llevaba, también, un pantalón de lona y un par de zapatillas, seguramentetranspiradas, dominando el total de su compostura la tibieza de un rostro bellísimo, de ésos que no vienen preparados para envejecer. Avanzó serenamente y se detuvo en el centro del salón, y sin reparosy con desdén su mirada se clavó en el mostrador, más precisamente en el repertorio de desdichados que demoraban los tragos inaugurales de seguras borracheras. Luego, se sentó a una mesa solitaria ycon dos pedazos de hielo verde desbarataron las pupilas en su boca la seguridad de una tormenta: “ajenjo puro y doble, por favor” fue su pedido. Y algo parecido a media hora el tiempo que tardó en beberlas cuatro copas de ese líquido tremendo con el que aviva el fuego Satanás en el infierno y se atormentan las gargantas los valientes cuando se les desquicia el alma. Más tarde, crujieron en el airedos billetes que saldaron su consumo y desbordaron en propina con el disparate de un llamativo descuido. Luego, envuelta en un misterio de melancolía, se irguió; y con un gesto de sutileza adorable seacomodó la cabellera desfigurada por un rojo furioso. No llevaba reloj que se pudiera ver, algo llamativo en estos tiempos, pero sí un bolsito raído de piola tejida del que extrajo un par de anteojosnegros que montó sobre el puente de la nariz con esa insolencia temible que tienen los delincuentes. Después, abandonó el local y fui detrás de ella hasta la puerta. Marchó con parsimonia hasta eledificio del ferrocarril ubicado justo enfrente y se detuvo en el andén, y allí estuvo, hasta que tras el hartazgo de dos o tres minutos, con una burla de pitazos demenciales el Expreso del Norte...