Akiyuki Nosaka La Tumba de las Luci rnagas

Páginas: 54 (13398 palabras) Publicado: 30 de agosto de 2015
AKIYUKI NOSAKA

LA TUMBA DE LAS LUCIERNAGAS

Estaba en la estación Sannomiya, lado playa, de los ferrocarriles
nacionales, el cuerpo hecho un ovillo, recostado en una columna de hormigón
desnuda, desprovista de azulejos, sentado en el suelo, las piernas extendidas.;
aunque el sol le había requemado la piel, aunque no se había lavado en un mes, las
mejillas demacradas de Seita se hundían en lapalidez; al caer la noche
contemplaba las siluetas de unos hombres que maldecían a voz en grito—¿imprecaciones de almas embrutecidas?—mientras atizaban el fuego de las
hogueras como bandoleros; por la mañana distinguía, entre los niños que se dirigían a la escuela como si nada hubiera sucedido, los furoshiki* de color
blanco y caqui del Instituto Primero de Kobe, las carteras colgadas a la espaldadel Instituto Municipal, los cuellos de las chaquetas marineras sobre pantalones
bombachos de la Primera Escuela Provincial de Shóin, situada en la parte alta de
la ciudad; entre la multitud de piernas que pasaban incesantemente junto a él,
algunos, al percibir un hedor extraño—¡mejor si no se hubieran dado cuenta!—,
bajaban la mirada y esquivaban de un salto, atolondrados, a Seita, que ya nisiquiera se sentía con fuerzas para arrastrarse hasta las letrinas que estaban
frente a él.
*Pañuelo para envolver paquetes. (N. de los T.)

Los niños vagabundos se arracimaban junto a las gruesas columnas de
tres shaku* de ancho, sentados uno bajo cada una de ellas como si buscaran la
protección de una madre; que se hubieran apiñado en la estación, ¿se debía,
quizá, a que no tenían acceso a ningúnotro lugar?, ¿a que añoraban el gentío que
la abarrotaba siempre?, ¿a que allí podían beber agua?, ¿o, quizá, a la esperanza
de una limosna caprichosa?; el mercado negro, bajo el puente del ferrocarril de
Sannomiya, empezó justo entrar septiembre con bidones de agua, a
cincuenta sena el vaso, en los que habían diluido azúcar quemado, e
inmediatamente pasó a ofrecer batatas cocidas al vapor, bolas deharina de
batata hervida, pastas, bolas de arroz, arroz frito, sopa de judías rojas, bollos
rellenos de pasta de judía roja endulzada, fideos, arroz hervido con fritura y

arroz con curry, y también pasteles, arroz, trigo, azúcar, frituras, latas de carne
de ternera, latas de leche y de pescado, aguardiente, whisky, peras, pomelos,
botas de goma, cámaras de aire para bicicletas, cerillas, tabaco,calcetines,
mantas del ejército, uniformes y botas militares, botas de cuero... «¡Por diez
yenes! ¡Por diez yenes!»: alguien ofrecía una fiambrera de aluminio llena de
trigo hervido que había hecho preparar aquella misma mañana a su mujer;
otro iba diciendo: «¡Por veinte yenes!, ¿qué tal? ¡Por veinte yenes!»,
mientras sostenía entre los dedos de una mano unos zapatos destrozados
que había llevadopuestos hasta unos minutos antes; Seita, que había entrado
perdido, sin rumbo, atraído simplemente por el olor a comida, vendió algunas
prendas de su madre muerta a un vendedor de ropa usada que comerciaba
sentado sobre una estera de paja: un nagajuban, un obi, un han'eri y un
koshihimo,*** descoloridos tras haberse empapado de agua en el fondo de una
trinchera; así, Seita pudo subsistir, mal quebien, quince días más; a
continuación se desprendió del uniforme de rayón del instituto, de las polainas
y de unos zapatos y, mientras dudaba sobre si acabar vendiendo incluso los
pantalones, adquirió la costumbre de pasar la noche en la estación; y después:
un niño, acompañado de su familia, que debía volver del lugar donde se había
refugiado—llevaba la capucha de protección antiaéreacuidadosamente doblada
sobre una bolsa de lona y acarreaba sobre sus espaldas, colgados de la
mochila, una olla, una tetera y un casco—, le dio, como quien se deshace de un
engorro, unas bolas de salvado de arroz medio podridas que debían haber
preparado para comer en el tren; o bien, la compasión de unos soldados
desmovilizados, o la piedad de alguna anciana que debía tener nietos de la
edad de Seita,...
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