Alberto Méndez-Los girasoles ciegos

Páginas: 155 (38567 palabras) Publicado: 3 de abril de 2013
Los girasoles ciegos

Alberto Méndez

Los girasoles ciegos
El Carmel-Juan Marsé
Murtra, s/n 08032 Barcelona - Tel.: 93 407 28 70

EDITORIAL ANAGRAMA
BARCELONA
Diseño de la colección:

Julio Vivas
Ilustración: foto © Hulton-Deutsch Collection/CORBIS
© Alberto Méndez, 2004
© EDITORIAL ANAGRAMA, S. A., 2004 Pedró de la Creu, 58 08034 Barcelona
ISBN: 84-339-6855-6 Depósito Legal: B.95-2004
Printed in Spain
Liberduplex, S. L., Constitució, 19, 08014 Barcelona

1

A Lucas Portilla (in memoriam)
A Chema y Juan Portilla, que conocen su ausencia

Superar exige asumir, no pasar página o echar en el olvido. En el caso de una
tragedia requiere, inexcusablemente, la labor del duelo, que es del todo independiente
de que haya o no reconciliación y perdón. En España no se hacumplido con el duelo,
que es, entre otras cosas, el reconocimiento público de que algo es trágico y, sobre todo,
de que es irreparable. Por el contrario, se festeja una vez y otra, en la relativa
normalidad adquirida, la confusión entre el que algo sea ya materia de historia y el que
no lo sea aún, y en cierto modo para siempre, de vida y ausencia de vida. El duelo no es
ni siquiera cuestiónde recuerdo: no corresponde al momento en que uno recuerda a un
muerto, un recuerdo que puede ser doloroso o consolador, sino a aquel en que se
patentiza su ausencia definitiva. Es hacer nuestra la existencia de un vacío.
CARLOS PIERA, «Introducción» a Tomás Segòvia: En los ojos del día:
antología poética

2

Primera derrota: 1939
o Si el corazón pensara dejaría de latir
Ahora sabemosque el capitán Alegría eligió su propia muerte a ciegas, sin mirar
el rostro furibundo del futuro que aguarda a las vidas trazadas al contrario. Eligió
entremorir sin pasiones ni aspavientos, sin levantar la voz más allá del momento en que
cruzó el campo de batalla, con las manos levantadas lo necesario para no parecer
implorante y, ante un enemigo incrédulo, gritar una y otra vez «¡Soy unrendido!».
Bajo un aire tibio, transparente como un aroma, Madrid nocheaba en un silencio
melancólico alterado sólo por el estallido apagado de los obuses cayendo sobre la
ciudad con una cadencia litúrgica, no bélica. «Soy un rendido.» Durante dos o tres
noches, nos consta, el capitán Alegría estuvo definiendo este momento. Es probable que
se negara a decir «me rindo» porque esa fraserespondería a algo congelado en un
instante cuando la verdad es que él se había ido rindiendo poco a poco. Primero se
rindió, después se entregó al enemigo. Cuando tuvo oportunidad de hablar de ello,
definió su gesto como una victoria al revés. «Aunque todas las guerras se pagan con los
muertos, hace tiempo que luchamos por usura. Tendremos que elegir entre ganar una guerra o
conquistar un cementerio»,concluía en una carta que escribió a su novia Inés en enero de

1938. Ahora sabemos que él, sin saberlo, había rechazado de antemano ambas opciones.
Sabiendo ahora lo que sabemos de Carlos Alegría, podemos afirmar que durante
el tránsito entre las dos trincheras sólo escuchó el alboroto de su pánico. Todos los
ruidos, todas las explosiones, todos los gritos, fueron absorbidos por el silenciode la
noche. Madrid estaba al fondo como un escenario, salpicando la tibieza del aire con los
perfiles de una ciudad apagada que la luna dibujaba a su pesar. Madrid se agazapaba.
Así comenzó la derrota del capitán Alegría. Durante tres largos años había
observado a ese enemigo desarrapado y paisano, resignado a que otro ejército, el suyo,
anonadara esa ciudad inmóvil, silenciosa, que habíatrazado sus límites al azar, tras unas
trincheras desde las que hacía tiempo nadie esperaba un ataque.
«La violencia y el dolor, la rabia y la debilidad, se amalgaman con el tiempo en una
religión de supervivencias, en un ritual de esperas donde entonan la misma salmodia el que
mata y el que muere, la víctima y su verdugo; ya sólo se habla la lengua de la espada o el
idioma de la herida»,...
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