Alcoholismo

Javier dejó el vaso del que bebía sobre la mesa del salón y caminó trastabillando hasta uno de los baños. La muchacha del servicio hacía días que no venía a limpiar la casa. Era una tranquila tardede un martes cualquiera, los niños que acababan de salir del colegio cercano pasaban por debajo de la ventana del baño armando jaleo.
El barrio residencial donde vivía estaba saturado de críos. Podíaoírlos a través del cristal mientras metía sus manos bajo el grifo y se lavaba un poco la cara, a la manera de los gatos, para despejarse un poco.
Llevaba borracho desde hacía días, ni siquieraestaba despejado después de dormir ya que las resacas las curaba con más alcohol, su vida se había convertido en una oscura espiral de sopor etílico. Él siempre había sido un hombre tranquilo, inclusosimpático y extrovertido, con una vida normal y ahora se sentía un despojo humano.
Le costó reconocerse en el reflejo que le devolvía el espejo del baño, aquel rostro ajado de ojos vacíos parecía máspropio de un demonio que de un ser humano.
La depresión y la borrachera en la que llevaba semanas sumergido hacían que su vida pasara ante sus ojos como si un vídeo se repitiese en bucle hasta elinfinito. No distinguía si era de día o de noche, si había comido o no, sólo pensaba en ahogar su dolor.
La caída había sido lenta pero desoladora, un detalle tras otro, una putada tras otra, poco a pocola mandra dió paso a un dolor sordo en su pecho. Y aquel dolor, omnipresente, sólo se mitigaba con litros de alcohol y con alguna que otra mujer desnuda que ocasionalmente visitaba su cama y que letraía dolorosos recuerdos de aquella que le negó el amor. Aquella a la que dió todo cuanto tenía, todo su amor, su vida e incluso su dinero.
La regaló los mejores años de su vida e incluso aqueldeportivo tan caro que ella le pidió y por ella, lo perdió todo. Cuando ella se fue le dejó vacio, se llevó tras ella su hijo, su dinero y su vida. Era tanta la soledad que inundaba sus horas que no...