Alegria en medio del sufrimiento
“Jesús entra en Jerusalén. (...) Gentío, fiesta, alabanza, bendición, paz. Se respira unclima de alegría. Jesús ha despertado en el corazón tantas esperanzas, sobre todo entre la gente humilde, simple, pobre, olvidada, esa que no cuenta a los ojos del mundo. Él ha sabido comprender las miserias humanas, ha mostrado el rostro de misericordia de Dios, se ha inclinado para curar el cuerpo y el alma. Y ahora entra en la Ciudad Santa. Es una bella escena, llena de luz, de alegría, defiesta”.
(...) “También nosotros hemos acogido al Señor; también nosotros hemos expresado la alegría de acompañarlo, de saber que nos es cercano, presente en nosotros y en medio de nosotros como un amigo, como un hermano, también como rey, es decir, como faro luminoso de nuestra vida. Y aquí nos viene la primera palabra: alegría. No sean nunca hombres, mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo.Nunca se dejen vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús; de saber que, con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, aun cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos que parecen insuperables..., y ¡hay tantos! Nosotros acompañamos, seguimos a Jesús, pero sobre todo sabemos queÉl nos acompaña y nos carga sobre sus hombros: en esto reside nuestra alegría, la esperanza que hemos de llevar en este mundo nuestro. Llevemos a todos la alegría de la fe”. (...)
“¿Qué tipo de rey es Jesús? Mirémoslo: montado en un pollino, no tiene una corte que lo sigue, no está rodeado por un ejército, símbolo de fuerza. Quien lo acoge es gente humilde, sencilla. Jesús no entra en laCiudad Santa para recibir los honores reservados a los reyes de la tierra, a quien tiene poder, a quien domina. (...) Jesús entra en Jerusalén para morir en la cruz. Y es precisamente aquí donde resplandece su ser rey según Dios: su trono regio es el madero de la cruz”.(...)
“Ante Pilato, Jesús dice: «Yo soy Rey», pero el suyo es el poder de Dios, que afronta el mal del mundo, el pecado quedesfigura el rostro del hombre. Jesús toma sobre sí el mal, la suciedad, el pecado del mundo, también el nuestro, y lo lava, lo lava con su sangre, con la misericordia, con el amor de Dios. Miremos a nuestro alrededor: ¡cuántas heridas inflige el mal a la humanidad! Guerras, violencias, conflictos económicos que se abaten sobre los más débiles, la sed de dinero, de poder, la corrupción, las divisiones,los crímenes contra la vida humana y contra la creación. Y nuestros pecados personales: las faltas de amor y de respeto a Dios, al prójimo y a toda la creación. Jesús en la cruz siente todo el peso del mal, y con la fuerza del amor de Dios lo vence, lo derrota en su resurrección”.
“Queridos amigos, con Cristo, con el Bien, todos podemos vencer el mal que hay en nosotros y en el mundo. ¿Nossentimos débiles, inadecuados, incapaces? Pero Dios no busca medios potentes: es con la cruz con la que ha vencido el mal. No debemos creer al Maligno, que nos dice: No puedes hacer nada contra la violencia, la corrupción, la injusticia, contra tus pecados. Jamás hemos de acostumbrarnos al mal. Con Cristo, podemos transformarnos a nosotros mismos y al mundo. Debemos llevar la victoria de la cruz deCristo a todos y por doquier; llevar este amor grande de Dios. Y esto requiere de todos nosotros que no tengamos miedo de salir de nosotros mismos, de ir hacia los demás”.
“ En la Segunda Lectura, san Pablo nos dice que Jesús se despojó de sí mismo, asumiendo nuestra condición, y ha salido a nuestro encuentro (cf. Flp 2,7). Aprendamos a mirar hacia lo alto, hacia Dios, pero también hacia...
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