Alejandro Sawa _ _ La Mujer De Todo El Mundo 1885

Páginas: 153 (38223 palabras) Publicado: 11 de diciembre de 2015


La mujer de todo el mundo
Alejandro Sawa

- I -
Palacios buenos los habría en Z, Z, la capital de un territorio de cerca
de veinte millones de habitantes, tostado por el sol y por la cólera de
los dioses; pero como el de la condesa del Zarzal muy pocos o ninguno.
¡Aquello sí que era lujo! No parecía sino que no cabiendo materialmente en
las ampliashabitaciones del hotel, se desparramaba, se vaciaba por todos
los boquetes de aquella casa desde las bocas de las chimeneas hasta los
barrotes recamados de las ventanas de la planta baja. A veinte pasos de
distancia del edificio ya se percibían los tibios y aduladores perfumes
del jardín, que por lo penetrantes y lo activos en su misión de hacer
simpático el sentidolocalizado en la nariz, simulaban así como heraldos
mensajeros de una corte de amor o como la promesa vaga de un mundo más
perfecto; y cuando el transeúnte, haciendo caso de aquellas inspiraciones
de olor que enardecían su olfato seguía adelante hasta pararse en la verja
dorada de aquel parque del paraíso, ¡oh! entonces, burgués o demagogo,
linfático o nervioso,con el cerebro chato o esférico, como quiera que
fuera, sentía subir desde el estómago al cerebro la oleada biliosa del
socialismo, y pensaba indistintamente, como piensan los que están
durmiendo, en que Dios no es justo, no, en que Dios no es justo, fundando
toda la mecánica social del Universo, en la ley absurda de la
desnivelación y el desequilibrio.¿Quién puede, después de eso, mirar con gusto los costurones hechos a
sangre fría por la miseria en las paredes del tabuco donde se funde y se
confunde la mayoría humana? ¿Ni saludar con aspiraciones voluptuosas las
flores puestas a cobrar su parte de oxígeno en el balcón que da a la
calle, o en la ventana que da al patio, o en el agujero negro que da al
tejado,según la gradación de miseria de cada uno? ¡Ay nadie! Y por eso, y
si los opulentos tuvieran plena conciencia de sus intereses, deberían
ocultar los soberbios resplandores de su lujo como una gran vergüenza o
como una infamia irredimible.
Y sin embargo, desgracia propia de todos los edificios modernos;
aquel palacio distaba mucho de ser un prodigio dearquitectura. Prodigio
de gracia, sí; de esbeltez, también; de inspiración, de grandeza,
seguramente no; porque ni el color rosado de su fachada, ni las mezquinas
aspiraciones de su techumbre, ni la magnitud y forma de la puerta
principal, mucho menos de las accesorias, llevaban a la mente, haciéndola
circular con la sangre, ninguna de esas ideas de grandeza que losedificios antiguos hacían hervir hasta en las inteligencias más
indiferentes. Bonito como un parque inglés, como una cascada artificial,
como un bibelot de París, como un capricho de tocador en barro cocido de
esos que los artistas florentinos reparten por el mundo para satisfacer
caprichos de enamoradas y neurálgicas, como un traje de fantasía hecho deencargo por un modisto parisién; pero liada más que eso. Un argumento en
piedra contra la seriedad de aspiraciones de nuestra época.
El jardín es tan artificial y tan falso, también tan bonito, como las
posturas estudiadas de las horizontales nacidas para serlo. Nada que
indique allí la presencia de la Naturaleza: el hombre y sólo el hombre,
aplicando a todo,árboles y matas, su ideal de línea recta, y castigando
bárbaramente con la supresión las pronunciadas aficiones de las plantas
hacia las redondeces curvilíneas, hacia las dilataciones graciosas e
imprevistas de todo lo que es espontáneo. Mucho césped, recortado
cuidadosamente cada dos o tres días para que no sobresalga ninguna mata
sobre sus compañeras la altura...
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