Alesana
Veo a Annabel por todas partes; en lasventanas de esta tienda o aquella, en el mercado por un momento justo antes de que desaparezca de vista, en la calle Taylor justo antes de dar la vuelta en la esquina. Esto está desgastándome de una maneralenta pero segura, como las olas sobre la arena y no tengo una noción clara de cómo detenerlo. Las últimas veinticuatro horas han sido estimulantes, pero ya no puedo luchar contra el sentimiento deque las cosas no son como parecen. El hombre en el balcón, escabulléndose hacia la puerta trasera, como un criminal en una obra de Shakespeare; la mujer en el espejo, acosándome con su terrible mirada;y ahora el tormento de ver a la mujer que amo en cada esquina. ¿A quién engaño? ¿Por qué pensé que podría mentirme a través de esto? Nunca quise lastimar a Annabel, y desde luego no fue su culpa quelo hiciera. Esto no es lo que soy. No soy un asesino.
La incontrolable ansia de irme me llega mientras me aferro a la cama de la posada donde había decidido pasar la noche. Necesito correr muylejos de aquí. Ante los ojos del pueblo, sólo soy un transeúnte local en necesidad de un día lejos de casa. Nadie me extrañará. Nadie me recordará. ¿Pero qué hay de de la madre y su hija, quienes mehabían visto salir del bar? El caballero que me había sonreído y agitado el brazo probablemente recuerde mi rostro. Atormentado por estos pensamientos, e invadido por un suave canto en el viento que suenademasiado similar a la sonora voz de mi difunta amada, decido que ya he tenido suficiente, me levanto rápidamente, y salgo hacia la noche corriendo a través de las calles y eventualmente hacia los...
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