alex
A Marta porque vive más pendiente de descubrir el amor y el sexo con Ricky, ir al cine con
Claudia o reírse con sus hermanos gemelos. A sus padres porque les perturba el fantasma del
paro. Sin embargo, en poco tiempo, la situación da un vuelco y Marta tiene que ingresar en unhospital con anorexia nerviosa.
Gemma Lienas
Billete de ida y vuelta
ePub r1.0
Eibisi 02.12.13
Gemma Lienas, 1999
Editor digital: Eibisi
ePub base r1.0
A Enric, por todo como siempre.
A Anna Maria Casassas, por un malentendido que ha durado treinta años.
A Marta Vilagut, por unos comentarios que hicieron diana.
A Javier López Facal, que me puso de nombre Tusitala.
Capítulo 1Casete 5. Cara B. Sesión individual.
Terapeuta: Juan M. Paciente: Marta P.
T. —¿Recuerdas cuál es el trato, Marta?
…
T. —Marta, por favor, mírame… Ya sé que esta situación no te resulta agradable, pero para mí
tampoco lo es. Contéstame. ¿Te acuerdas del trato?
P. —Sí.
T. —¿Me lo quieres repetir, por favor?
P. —Pues que si llegaba a pesar menos de cuarenta kilos tendríaque ingresar.
T. —¿Y sabes cuánto pesas esta semana?
¿Cómo lo habría podido saber Marta? ¿Qué se creía Juan? ¿Que ella era el oráculo de Delfos? La
Vilagut, la de literatura, les explicaba con frecuencia mitología clásica —«no se puede entender la
literatura si no se sabe nada de mitología», decía. Y les había contado que en Delfos, en la antigua
Grecia, eldios Apolo había matado a la serpiente Pitón para apoderarse del santuario que guardaba la
bestia. A partir de aquel momento, la pitia, una doncella, era la encargada de hacer las profecías en
nombre del dios. La obligaban a ayunar durante tres días (esto para Marta no habría sido ningún
inconveniente; le era fácil), la bañaban en las aguas inspiradoras de lafuente Castalia (Marta no sabía si
el agua de su casa era muy inspiradora pero, en cualquier caso, por falta de agua no iba a ser porque, con
la manía de los microbios a punto de atacarla por cualquier flanco, se pasaba horas bajo la ducha).
Después la sentaban encima de un trípode sagrado, delante de una grieta de la roca por donde salían
emanaciones gaseosas, yla pitia soltaba palabras mal articuladas que eran interpretadas por los
sacerdotes…, y ya tenían la respuesta que necesitaban. Marta se veía en la cocina de su casa en un
taburete de tres patas, delante de los vapores de olla exprés…
Pero seguro que entonces habrían entrado los gemelos y habrían soltado alguna de sus burradas: —
Mamáaa, ¡Marta se ha vuelto loca!—habría podido decir, por ejemplo, Roberto.
—Más loca, querrás decir —habría remachado Alberto.
Porque Roberto y Alberto eran como Hernández y Fernández de Tintín: hablaban los dos al mismo
tiempo para decir lo mismo, o el uno completaba la frase que había dicho el otro. ¡Muy graciosos!
Como hicieron aquella tarde cuando llegaron Marta y sus padres, después de haber tenido la primera
sesióncon Juan. Y la madre, muy decidida (de hecho, como siempre, porque nunca hacía nada con
vacilación), entró en el baño, seguida de Marta y los gemelos, cogió la báscula (la llevaba como si fuese
un perro rabioso), que estaba en el suelo entre el bidé y la bañera, salió del baño seguida también por sus
hijos (Marta huraña, Roberto y Alberto con ojos como platos), entró en eldormitorio de matrimonio, se
subió a una silla y escondió la maldita báscula en la parte alta del armario, bien enterrada entre un
montón de mantas y maletas.
No dijo nada. Se sacudió las manos como si diese por zanjado algún asunto. Pero los gemelos sí
tenían algo que decir: —¡Jolín! Y ahora qué va a hacer Marta —uno.
—Pobrecita. Tanto como le gustaba jugar...
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