Algo mas
No lloró. Tampoco lo hizo ninguna de las otras personas que habían ido al funeralde su padre.
Eran pocos los que rodeaban la tumba en aquella calurosa mañana de febrero en el cementerio Lightning Ridge. Sólo estaban el reverendo, el señor Gunther, Ma, y ella. La persona de lafuneraria se había marchado nada más dejar allí al difunto. Contando con el enterrador, eran cinco.
Había que admitir que hacía cuarenta grados a la sombra, así que no era un día para estar a pleno solmás de un par de minutos si no era por obligación. Gemma observó cómo desaparecía el ataúd en la tierra, pero siguió sin poder llorar.
El reverendo no tardó en escabullirse, notó Gemma. El señorGunther lo siguió poco después. Ella se quedó escuchando el horrible sonido de los terrones de arena cayendo sobre el ataúd.
«¿Por qué no puedo llorar?», se preguntó Gemma una vez más.
Se sobresaltócuando Ma le tocó un hombro.
—Venga, cariño. Es hora de irse a casa.
A casa…
Gemma suspiró y empezó a alejarse de allí. ¿Acaso había pensado alguna vez en aquella casucha desvencijada como en un hogar?No obstante, lo había sido desde que tenía memoria.
—¿Quieres que conduzca yo? —preguntó Ma cuando se acercaron al oxidado todoterreno que había pertenecido a Jon Smith y que había pasado a serpropiedad de su única hija.
Gemma sonrió a Ma, que era la peor conductora que había conocido nunca. Su verdadero nombre era señora Madge Walton, pero todo el mundo la llamaba Ma. Su marido y ella...
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