Alguien Como T Mi Elecci N II El Sabet Benavent

Páginas: 469 (117129 palabras) Publicado: 16 de marzo de 2015
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Índice

Portadilla
Índice
Dedicatoria
1. Castigarse
2. Que te jodan
3. M elena al viento
4. Confesar
5. Hija de tal, la maldita casualidad
6. M atadme
7. Llévame a casa
8. Hugo
9. Justicia cosmonáutica
10. Ser amigos
11. Débil… o no
12. Página en blanco
13. Aquí, ahora
14. Campaña
15. M aldita música francesa…, la adoro
16. El tratado
17. Pero mejor
18. Los principiosa veces no son difíciles, pero sí extraños
19. En funcionamiento
20. Pero ¿qué es esto?
21. Noches de vino y rosas
22. Aquí, Alba, en el mundo real
23. Crecer… los tres
24. Ahora me toca a mí
25. Vida… ¿social?
26. Presentación en sociedad
27. Verla llorar
28. Viajar y olvidar
29. Volar
30. La definitiva Nueva York. La nuestra
31. Cuento de hadas
32. Loco
33. Aterrizar en la realidad
34. Segundaspartes
35. A lo Indiana Jones
36. Tú, yo, él
37. Asfixia
38. Carretera
39. Decisiones
40. Elegir
Epílogo. Empatía. Respuestas
Agradecimientos
Sobre la autora
Créditos

Para quienes aún no creen en ellos mismos
pero quieren hacerlo.

1

Castigarse

A riesgo de que mi cuerpo volviera a negarse a retener nada, me tomé la enésima taza de café. Pensé que quizá debía salir a comprar algo para comer,pero no me
moví. Quedaban tres horas para poder marcharme a casa. Di otro sorbo a mi café y Hugo entró ajustándose la americana al cuerpo. Guapo. Alto. Imperturbable. Suyo.
Digno. No se inmutó ante mi presencia, yo sí con la suya; solo se acercó a la máquina de café y comenzó a prepararse uno, demostrándome que él sí estaba por encima
de las circunstancias. No como yo, que estaba por debajo.
—¿Quéte ha pasado? —preguntó sin mirarme. Un nudo en la garganta no me permitió contestar. Su voz seguía siendo sexi, masculina, profunda. Hablaba con
firmeza y… seguía siendo él—. En el ojo…, ¿qué te ha pasado?
—M e sentó mal la cena.
Era mentira, claro. La noche anterior con lo único con lo que llené el estómago fue con vodka barato; me había creído eso de beber para olvidar. Aparte de la«agradable» aspereza de mi garganta, los esfuerzos de las arcadas habían provocado que se me reventaran bastantes vasos capilares en los ojos, creando pequeñas
manchas rojas que resaltaban en el blanco amarillento de mi mirada cansada.
Se giró, apoyándose en la encimera de la cocina, y me repasó de arriba abajo con su labio inferior entre los dientes.
—Espero que lo tengas bajo control, Alba, porque no voy air a rescatarte de ti misma, como en las películas.
—¿Quién te lo ha pedido?
—Lo pides a gritos —respondió serio.
—Deja de creerte el centro del universo. M i vida no gira en torno a ti y no necesito que tú me salves de nada. A lo sumo, de ti mismo.
—Sé de sobra que no necesitas a nadie que te salve, pero me da la sensación de que te encanta hacerte pasar por débil. Y no cuela, Alba.
—Tú tomastelas decisiones —contesté seca—. Atente a las consecuencias.
—Yo tomé las decisiones junto a otra persona a la que, no entiendo por qué, te resistes a cargarle ninguna culpa. Eso no me facilita las cosas. Y déjame recordarte que
fui yo…, yo, quien se acercó a ti para tratar de hablar.
—No hay nada que decir.
—Perfecto. Pues sé consecuente con tus actos. Eres tú la que demuestra que, al parecer, nohay nada de lo que hablar.
Cogió la taza y me dio la espalda. No supe qué contestar. M e sentía mal. Basura. Yo tan hecha mierda, tan rastrera y él tan guapo, tan impertérrito, como de vuelta
de todo. Se encaminó hacia la salida de la cocina y antes de desaparecer repitió:
—Pero no cuela, Alba. De verdad que no cuela.
Eva me llamó a las tres y me preguntó si estaba mejor. M e había pillado borrachay llorosa la noche anterior y, aunque mi plan pasaba por mentirle y decirle que todo
había terminado de mutuo acuerdo, no pude. Pero no le dije nada de mi visita al despacho de Rodolfo, mi exeditor, y no lo conté porque yo misma quería olvidarlo.
Como si fuese tan fácil obviar haberte dado cuenta de qué clase de persona puedes llegar a ser.
Sé que lo lógico hubiera sido invitar a mi hermana a...
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