Alguien que nunca imaginé tan poeta

Alguien que nunca imaginé tan poeta

Hace mucho tiempo conocí a Alberto Acosta. Debió ser después de 1996. Estoy seguro, porque entonces regresaba del apacible San José de las Lajas, a la voráginede la ciudad.

Lo encontré en el Gran Teatro de La Habana donde tiene su cuartel general.

Después lo seguí viendo, cuando alguna luminaria o cualquier suceso eran (o son) noticia en el famosocoliseo del Prado habanero.

Un día me topé con que Alberto Acosta era poeta (no uno de los que escriben versos por cuenta de algún romance), ganador de un premio en el extranjero; más bien otro,porque en 1990 obtuvo el Gerardo Diego en España, con El ángel y la memoria.

Así supe que no era sólo el de verbo llano mediador entre la prensa, el público, los famosos y el Gran Teatro de La Habana.Luego, me lo ratificó el cuaderno que (finalmente) cayó en mis manos: Fotos de la memoria (2001-2007) que publicó la editorial Letras Cubanas en su colección Poesía; y me hizo ver que, además,Alberto es de apellido compuesto: Acosta-Pérez.

Lamenté estar ausente el día que se presentó en la 19º. Feria Internacional del Libro de La Habana; primero porque ya conocía al poeta y me avergonzabaestar sin estar (se sabe que la Feria es avasalladora por la simultaneidad de su programa); y después porque en algún momento me toparía con él… Algo que inevitablemente ocurrió.

Pero entonces sólopude decirle que había conseguido el cuaderno, en el que, definitivamente, me adentré hace poco.

Ya en el prólogo, Virgilio López Lemus (a quien únicamente conozco de lejos y entre textos) seencargó de acercarme más y re-descubrirme al poeta-conocido; avisando, por suerte, que “no es un autor de grandes rupturas experimentales” y “tiene un qué decir que se sobrepone a los hallazgos formales”.Casi una década mayor que yo, Alberto Acosta-Pérez (Ciudad de La Habana, 1957), me hizo notar que siendo parte del tiempo (como somos los humanos), compartimos motivos, temas, asuntos, metáforas,...