Terminé “Tres golpes de timbal”, del escritor argentino Daniel Moyano. ¡Cómo si fuera posible terminar de leer algo así! Las impresiones son muchas, pero no puedo dejar de alegrarme esta vez porhaberme encontrado con elementos tan nítidos de otros maravillosos escritores en la poética de Moyano, y con esto quiero aclarar que lo que parecería obvio para cualquier crítico literario en mi pobrecosmovisión se torna proceso lento e intermitente. Pero tal vez por eso mismo es bello, son destellos de aciertos, cosquillas en la nuca, descubrimientos mínimos, evocaciones del alma que nada entiendedel canon literario académicoso y presumido. No es difícil pensar a Fábulo Vega como un homenaje pretenciosamente audaz a la narrativa de Julio Garmendia (hermosa, excéntrica e irónica, dicho sea depaso), pero certeramente, estos Golpes de Timbal sobrepasan toda intención de tributos y homenajes. Si su “Tienda de muñecos” puede ser leída como una parodia de una sociedad jerárquica, la historiacontada por el titiritero Fábulo puesta en letras de su marioneta-escriba es parodia pura, parodia de parodia, una historia contada desde adentro de la memoria recuperada por un muñeco. Mi emoción nose detiene en este reencuentro con Garmendia, sino que continúa y se intensifica con la clara referencia a “Nadie encendía las lámparas” de Felisberto Hernandez. El juego intertextual que proponeesta vez Daniel es un manjar para mi harapientas ansias de descubrirlo. En el relato del escritor Uruguayo, la mujer se germina en estatua, contorneando los trazos finales de una caja china finamenteacabada. En Moyano, esta misma estructura de caja china se transforma, se transmuta y sobre todas las cosas no se silencia, son esos tres golpecitos de timbal los que se repiten sonoramente en estefestival de los sentidos, en esta cajita musical que cobra pulsación propia. Decididamente hay alguien que sí enciende las lámparas: “…En la casa de Fábulo alguien encendía las lámparas, se oía como un...
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