Alicia a traves del espejo
Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.comsus ecos perviven aún en la memoria; los años envidiosos no lograrán hacérmelos olvidar. ¡Ven pronto y escucha, pues! Antes de que esa voz venga a anunciar la terrible nueva ¡Y ordene acostarse a la melancólica joven en ese lecho que tan poco desea!... Amada: no somos más que niños grandes que se agitan en vano cuando llega la hora de dormir Afuera, triunfan los hielos y azotan las nieves, bramala locura desatada del vendaval... Dentro, nos acoge el rescoldo del hogar y el nido feliz de la niñez. Quedarás prendado por las mágicas palabras: dejará de atemorizarte el furor de la tormenta. Y aunque la sombra de un suspiro quizá lata a lo largo de esta historia, añorando esos «alegres días de un estío de antaño» y el recuerdo desvanecido de un verano ya pasado... no ajará con su infelizaliento la gracia encantada de nuestro cuento. LA CASA DEL ESPEJO Desde luego hay una cosa de la que estamos bien seguros y es que el gatito blanco no tuvo absolutamente nada que ver con todo este enredo... fue enteramente culpa del gatito negro. En efecto, durante el último cuarto de hora, la vieja gata había sometido al minino blanco a una operación de aseo bien rigurosa (y hay que reconocer que laestuvo aguantando bastante bien); así que está bien claro que no pudo éste ocasionar el percance. La manera en que Dina les lavaba la cara a sus mininos sucedía de la siguiente manera: primero sujetaba firmemente a la víctima con un pata y luego le pasaba la otra por toda la cara, sólo que a contrapelo, empezando por la nariz: y en este preciso momento, como antes decía, estaba dedicada a fondo algatito blanco, que se dejaba hacer casi sin moverse y aún intentando ronronear... sin duda porque pensaba que todo aquello se lo estarían haciendo por su bien. Pero el gatito negro ya lo había despachado Dina antes aquella tarde y así fue como ocurrió que, mientras Alicia estaba acurrucada en el rincón de una gran butacona, hablando consigo misma entre dormida y despierta, aquel minino se habíaestado desquitando de los sinsabores sufridos, con las delicias de una gran partida de pelota a costa del ovillo de lana que Alicia había estado intentando devanar y que ahora había rodado tanto de un lado para otro que se había deshecho todo y corría, revuelto en nudos y marañas, por toda la alfombra de la chimenea, con el gatito en medio dando carreras tras su propio rabo. --¡Ay, pero qué...
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