Allende Isabel El Plan Infinito

Páginas: 557 (139248 palabras) Publicado: 17 de agosto de 2015
EL PLAN INFINITO - ISABEL ALLENDE
Primera Parte
Iban por los caminos del oeste sin prisa y sin rumbo obligatorio,
cambiando la ruta de acuerdo al capricho de un instante, al signo
premonitorio de una bandada de pájaros, a la tentación de un nombre desconocido. Los Reeves interrumpían su errático peregrinaje
donde los sorprendiera el cansancio o encontraran a alguien dispuesto a comprar suintangible mercadería. Vendían esperanza. Así recorrieron el desierto en una y otra dirección, cruzaron las montañas y
una madrugada vieron aparecer el día en una playa del Pacífico. Cuarenta y tantos años más tarde, durante una larga confesión en la que
pasó revista a su existencia y sacó la cuenta de sus errores y sus
aciertos, Gregory Reeves me describió su recuerdo más antiguo: un
niño de cuatroaños, él mismo, orinando sobre una colina al atardecer, el horizonte teñido de rojo y ámbar por los últimos rayos del sol,
a su espalda los picachos de los cerros y más abajo, una extensa
planicie donde su vista se pierde. El liquido caliente se escurre como
algo esencial de su cuerpo y de su espíritu, cada gota, al hundirse en
la tierra, marca el territorio con su firma. Demora el placer, juega
conel chorro, trazando un círculo color topacio sobre el polvo, percibe la paz intacta de la tarde, lo conmueve la inmensidad del mundo
con un sentimiento de euforia. porque él es parte de ese paisaje limpio y pleno de maravillas, una inconmensurable geografía a explorar.
A poca distancia lo aguarda su familia. Todo está bien, por primera
vez tiene conciencia de la felicidad; es un momento que jamásolvidará. A lo largo de su vida Gregory Reeves sintió en varias ocasiones
ese deslumbramiento ante las sorpresas del mundo, esa sensación
de pertenecer a un lugar espléndido donde todo es posible y cada
cosa, desde lo más sublime hasta lo más horrendo, tiene una razón
de ser, nada sucede por azar, nada es inútil, como predicaba a gritos
su padre, ardiendo de fervor mesiánico, con una serpienteenroscada
a sus pies. Y cada vez que tuvo ese chispazo de comprensión recordaba aquella puesta de sol en la colina. Su niñez fue una época demasiado larga de confusiones y penumbras, excepto esos años viajando con su familia. Su padre, Charles Reeves, guiaba a la pequeña
tribu con severidad y reglas claras, todos juntos, cada uno cumpliendo con sus deberes, premio y castigo, causa y efecto, disciplinabasada en una escala de valores inmutable. El padre vigilaba como el
ojo de Dios. Los viajes determinaban la suerte de los Reeves sin alterarles la estabilidad, porque las rutinas y las normas eran precisas.
2

Ése fue el único período en que Gregory se sintió seguro. La rabia
empezó más tarde, cuando desapareció el padre y la realidad comenzó a deteriorarse de manera irreparable.
El soldadoinició la marcha en la mañana con su mochila a la espalda
y a media tarde ya estaba arrepentido de no haber tomado el bus.
Partió silbando contento, pero con el paso de las horas le dolía la cintura y la canción se le enredaba con palabrotas. Eran sus primeras
vacaciones después de un año de servicio en el Pacífico y regresaba
a su pueblo con una cicatriz en el vientre, los resabios de un ataque
demalaria y tan pobre como siempre había sido. llevaba la camisa
suspendida de una rama para improvisar sombra, sudaba y su piel
tenía el brillo de un espejo oscuro.
Pensaba aprovechar cada instante de ese par de semanas de libertad, pasar las noches jugando billar con los amigos y bailando con
las chicas que contestaron sus cartas, dormir a pierna suelta,
despertar con el olor del café recién coladoy de los panqueques de
su madre, único plato apetitoso de su cocina, lo demás olía a caucho
quemado, pero a quién podía importarle la habilidad culinaria de la
mujer más hermosa en cien millas a la redonda, una leyenda viviente
con largos huesos de escultura y ojos amarillos de leopardo. Hacía
mucho que no pasaba un alma por esas soledades, cuando sintió a
su espalda los estertores de un motor...
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