Alma y la nube
En esta ocasión, no hacía nada. Ella solo estaba con sus ojos hacia el cielo sintiendo verde pasto en su cabeza, con sus manos sobre su abdomen puestasdesprevenidamente, casi desnuda, mostrando su belleza a la madre natura; tan blanca, como una hoja, pintada de rojo sangre perfecta e inusualmente, esta vez, quería verse especial. Tan plena, tan llena desí misma, tan triste y a la vez feliz; sus ojos demarcaban amargura, pero a la vez picardía, inocente y tan profunda como una niña que ha salido a conocer el mundo.
Ella pensaba, mientras hojascolor plata y oro pasan sobre su frente, la ironía de que nunca volvería, no cabía aún en su cabeza; cuando apenas la miró, sonrió, como pocas veces lo hacía y sugirió que ésta sería la que la acompañaseel resto de su vida. Cerró los ojos, para hacer un gesto amable y de amor, pero solo desilusión fue lo que encontró, ella ya no estaba, el viento se la había llevado. Y solo pregunto: - ¿Por quéhabría de enamorarme de una nube?- y razonó - Es algo un poco ilógico– Pero sabía que para ella sería la más perfecta expresión, de delicadeza, suavidad, forma, esplendor y libertad que jamás haya visto.Ya es hora de seguir, sugiere María, ella la mira, como si aún no fuera suficiente, cierra sus ojos y con un suave viento de su boca borra su espectro, su blanca lucidez. María ya no está. -Si acasodebo seguir- piensa, como queriéndolo decir - Debo seguir sola, mirando hacia atrás no lograré nada, pero es como si tuviera que seguir haciéndolo, mi capricho me lo pide, mis ideales no. –
Nadie...
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