Alta importadores
El Contrato Social es una de las obras de teoría política más sabias y menos entendidas. Para algunos es un sueño político, una utopía, que el propio autor sabe que es irrealizable. No es en modoalguno un liberalismo, porque ese sistema hace perder la unidad del Estado y las ideas sociales roussonianas se orientan hacia una cierta equivalencia en la propiedad y en acercar los extremos en lasclases sociales, en que no haya una distancia tan abrupta entre ricos y pobres. También su obra se la interpreta desde una doble óptica no compatible: como un puro colectivismo, donde se renuncia alos intereses particulares con vistas al bien común, a pesar de que su propio autor era un individualista, un «paseante solitario». Como un antepasado lejano del totalitarismo, es quizás, una de lasperspectivas menos prometedoras. No es tampoco una obra revolucionaria, siendo inexactas las palabras del poeta alemán H. Heine cuando situó a Rousseau como «la cabeza revolucionaria de la cualRobespierre no fue más que el brazo ejecutor». Su contribución es más bien indirecta y no de causalidad, al haber significado una inspiración que enriqueció el conjunto de ideas que fueron el trasfondo de laRevolución Francesa.
No se puede negar que el concepto de libertad roussoniana como inalienable, en donde «renunciar a la libertad es renunciar a la cualidad de hombre», fue recogida por laDeclaración de los Derechos del hombre y del ciudadano en su artículo I: «Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos». Tampoco se puede dejar de ver cómo penetró la obra del filósofo ginebrinosobre los líderes de las revoluciones y nacimientos de las repúblicas americanas.
Estudiar el Contrato Social es fortalecer nuestra percepción del Estado, a pesar de los excesos de su autor, como suextrema unidad, su Todo social casi sagrado, la exclusión de partidos, restringir el fenómeno religioso a un asunto civil, recomendar la dictadura para la salud pública apelando a personajes...
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