Ama De Casa
Cuando recién nos mudamos a este pueblo, rentamos una propiedad bastante grande, por la que corría un arroyito. La casa estaba cubierta de una hermosa,verde y exuberante vegetación; típica de esta zona sub tropical. Mi esposo, que es un hombre visionario y muy activo, enseguida visualizó un lugar en el que la tierra era apta para tener una huerta.De inmediato se dispuso a preparar la tierra para sembrar. El trabajo era arduo, porque no disponíamos de un sistema de riego, y tampoco teníamos un cercado. Aún así, cada día, mi esposo dedicabamuchas horas a cultivar lo que él creía, sería una importante producción de frutas y hortalizas. Pensábamos en lo saludable que sería, consumir directamente de esa fuente de vitaminas y nutrientesnaturales, ya que no era fácil adquirir frutas y verduras de los mercaditos del pueblo. Era gratificante y esperanzador, ver crecer las plantitas de lechugas, tomates y frijoles. Las florcitas amarillas, a lolargo de las guías de plantas, nos hacían ilusionar con una buena cosecha de zapallos. Pocas cosas nos llenan de tanta satisfacción, como el poder comer de aquello por lo que hemos trabajado tanarduamente…
Sin embargo, un día literalmente me largué a llorar por la frustración y la impotencia que sentí al mirar por la ventana del cuarto que da a la huerta. ¡Mi corazón se hizo trizas! Aquelloparecía haber sido el escenario, en el que se libró ¡una verdadera batalla campal!.…¡Habían flores, hojas y repollos desperdigados por todos lados! La huerta había perdido sus formas y su armonía, ¡todoera un caos!.La desazón se pintó en el rostro de mi esposo. “¡No es justo!” pensé… ¡tanto se había esforzado él! ¡Mucho tiempo y esperanzas había invertidas en esa labor!..Aún así, a al poco rato loveo tomar sus herramientas para recomponer aquella huerta. Comenzaba a remover la tierra, a abonarla, a hacer los surcos y a sembrar… Admiré su determinación, su capacidad para sobreponerse a las...
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