amalia 11851

Páginas: 12 (2837 palabras) Publicado: 1 de junio de 2014
X. Una agente de Daniel

A las nueve de la mañana, Daniel se vestía tranquilamente ayudado por su fiel Fermín, que había cumplido ya todas las comisiones de que había sido encargado por su señor.
-¿Florencia misma recibió las flores? -le preguntó mientras pasaba la escobilla por su cabello castaño oscuro y por su patilla rala, que se abría artificialmente en la barba, según las prescripcionesfederales de la época.
-Ella misma, señor.
-¿Y la carta?
-Junto con las flores.
-¿Observaste si estaba contenta?
-Me parece que sí, pero se sorprendió cuando le di la carta. Me preguntó si había ocurrido alguna novedad.
-¡Pobrecita! Vamos a ver: ¿cómo estaba vestida? Cuéntame todo; pero primero, lo que estaba haciendo cuando llegaste.
-Estaba bajo la planta de jazmines que hay en elpatio, desenvolviendo los papelitos de los rizos.
-¡De sus rizos de oro, de sus rizos cuyas hebras tienen atado mi corazón al suyo! Continúa -dijo Daniel, acabando de atar con negligencia una corbata de seda negra a su cuello.
-No hacía nada más.
-Pero te he preguntado cómo estaba vestida.
-Con un vestido blanco con listas verdes, todo abierto por delante y atado a la cintura.-¡Bellísima descripción! Eso se llama un batón de mañana, Fermín. ¡Qué linda estaría! Y bien ¿qué más?
-Nada más.
-Eres un tonto.
-Pero, señor, si no tenía otro vestido.
-Sí, pero tenía zapatos o botines, tenía algún pañuelo, alguna cinta, alguna otra cosa, en fin, que tú has debido ver para contármelo todo.
-¡Y cuándo iba a fijarme en todo eso, señor! -respondió el criado de Daniel, con esa calmay esa expresión burlona en la fisonomía, peculiares al gaucho; porque Fermín lo era por su primera educación, aun cuando los hábitos de la ciudad habían corregido mucho aquellos de su niñez.
-Peor para ti. Vamos a otra cosa. ¿Quiénes están ahí?
-La mujer a quien fui a llamar de parte de usted y don Cándido.
-¡Ah! Mi maestro de palotes; ¡el genio de los adjetivos y de las digresiones! ¿Y quémotivo lo trae por esta casa? ¿Sabes algo de eso, Fermín?
-No, señor. Me ha dicho que tiene precisión de hablar a usted; que hoy a las seis vino y halló la puerta cerrada, que volvió a las siete, y desde esa hora está esperando a que usted se levante.
-¡Diablo! Mi antiguo maestro de escritura no ha perdido la costumbre de incomodarme, y habría querido que me levantase a las seis de la mañana.Hazlo entrar a mi escritorio, pero después que se haya retirado doña Marcelina, y ésta puede entrar ya -dijo Daniel poniéndose una bata de tartán azul, que hacía resaltar la blancura de sus lindas manos, porque eran en efecto manos que podrían dar envidia a una coqueta.
-¿La hago entrar aquí? -preguntó Fermín como dudando.
-Aquí, mi casto señor Don Fermín. Me parece que no hablo en griego.Aquí, a mi alcoba, y ten cuidado de cerrar la puerta del escritorio que da a la sala, y también la de este aposento cuando entre esa mujer.
Un momento después un ruido como el que hace el papel de una pandorga cuando acaba de secarse al sol y el niño lo sacude para ver si está en estado de pegarse al armazón, anunció a Daniel que las enaguas de doña Marcelina venían caminando a par de ella por elgabinete contiguo.
Ella apareció, en efecto, con un vestido de seda color borra de vino y un pañuelo de merino amarillo con guardas negras, del cual la punta del inmenso triángulo que formaba a sus espaldas la caía regiamente sobre el tobillo izquierdo. Un pañuelo blanco de mano, muy almidonado y tomado por el medio para que las cuatro puntas pudiesen mostrar libremente unos cupidos de lana colorrosa que resplandecían en ellas, y un gran moño de cinta colorada en la parte izquierda de la cabeza, completaban la parte visible de los adornos de esa mujer en cuyo semblante moreno y carnudo, donde lo mejor que había eran unos grandes ojos negros que debieron ser bellos cuando conservaban su primitivo brillo, estaban muy claramente definidos y sumados unos cuarenta y ocho inviernos con sus...
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