Amalia sáenz de olabarrieta
Todo cuanto sobre el aire y la tierra puede reunir la naturaleza tropical de gracias, de lujo y poesía se encuentraconfundido allí, como si la provincia de Tucumán fuese la mansión escogida de los genios de esa desierta y salvaje tierra que se extiende desde el Estrecho hasta Bolivia, y desde los Andes al Uruguay.
Suave, perfumada, fértil, y rebosando gracias y opulencia de luz, de pájaros y flores, la naturaleza armoniza allí el espíritu de sus criaturas, con las impresiones y perspectivas poéticas en que sedespierta y desenvuelve su vida.
El corazón especialmente es en el hombre la obra perfecta de su clima, a quien después la educación aumenta o desfigura el grabado de su primitivo molde. Y en Tucumán, como en todas esas latitudes privilegiadas, entibiadas por la luz de los trópicos, el corazón participa con el aire, con la luz, con la vegetación, de esa abundancia de calor y de vida, de armonía yde amor, que exhala allí superabundante la naturaleza.
Y es entre ese jardín de pájaros y flores, de luz y perspectivas, que se repite con frecuencia ese fenómeno fisiológico de que los ingleses se ríen y los alemanes dudan, como dice el novelista Bulwer, que acontece bajo el tibio cielo de la Italia, y entre los pueblos más meridionales de la península española; es decir, esas pasiones de amorque nacen, se desenvuelven y dominan en el espacio de algunas horas, de algunos minutos también, decidiendo luego del destino futuro de toda una existencia.
Y entre ese jardín de pájaros y flores, de luz y perspectivas nació Amalia, la generosa viuda de Barracas, con quien el lector hizo conocimiento en los primeros capítulos de esta historia, y nació allí como nace una azucena o una rosa,rebosando belleza, lozanía y fragancia.
El coronel Sáenz, padre de Amalia, murió cuando ésta tenía apenas seis años; y en uno de los viajes que su esposa, hermana de la madre de Daniel Bello, hacía a Buenos Aires, sucedió esa desgracia.
Amalia aspiró hasta en lo más delicado de su alma todo el perfume poético que se esparce en el aire de su tierra natal, y cuando a los diez y siete años de suvida dio su mano, por insinuación de su madre, al señor Olabarrieta, antiguo amigo de la familia, el corazón de la joven no había abierto aún el broche de la purísima flor de sus afectos y los hálitos de su aroma estaban todavía velados entre las lozanas hojas mal abiertas. Más que un esposo, ella tomó un amigo, un protector de su destino futuro.
Pero el de Amalia parecía ser uno de esos destinospredestinados al dolor que arrastran la vida a la desgracia, fija, poderosa, irremediablemente, como la vorágine de Moskoe a los impotentes bajeles.
¡El coronel Sáenz amaba a su pequeña hija con un amor que rayaba en idolatría, y el coronel Sáenz bajó a la tumba cuando su hija aún no había salido de la niñez!
¡El señor Olabarrieta amaba a Amalia como su esposa, como su hermana, como su hija,y el señor Olabarrieta murió un año después de su matrimonio, es decir, año y medio antes de la época en que comienza esta historia!
¡Ya no le quedaba a Amalia sobre la tierra otro cariño que el de su madre, cariño que suple a todos cuantos brotan del corazón humano; único desinteresado en el mundo y que no se enerva ni se extingue sino con la muerte; y la madre de Amalia murió en sus brazostres meses después de la muerte del señor Olabarrieta!
Los espíritus poéticos, en quienes la sensibilidad domina prodigiosamente la organización y la vida, tienen en sí mismos el germen de una melancolía innata que se desenvuelve en el andar del tiempo y los sucesos, y llega a enseñorearse tanto de aquellos espíritus que, sin saberlo ellos, llegan a ser melancólicos hasta en los sueños o en las...
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