Amaor a Dios
Estoy segura de que todas ustedes, en un momento u otro, se han sentido envueltas entre los brazos de Cristo; pero si soncomo yo, habrá momentos en que sientan temor, en los que el estrés y el ajetreo de la vida parezcan abrumadores, y se sientan sin la guía del Espíritu; quizás hasta piensen que han quedado desamparadas. Cuando experimento esos sentimientos, el mejor remedio son los recuerdos de los momentos en que la paz de Cristo me ha fortalecido. Por lo tanto, esta tarde las invito a recordar conmigo lo que essentir el amor del Señor en su vida y a sentirse envueltas entre Sus brazos.
Mi madre falleció cuando yo era una madre joven, cuando aún necesitaba de su apoyo y de sus consejos. Ella sobrevivió sólo seis semanas después de habérsele diagnosticado cáncer. Al principio me preocupaba mi padre, pero sentía gratitud porque mamá no había sufrido mucho y porque su fallecimiento había sido una dulceexperiencia para nosotros. Pero pocas semanas más tarde, llegaban el Día de la Madre y su cumpleaños, y empecé a extrañarla muchísimo. Deseaba que me rodeara con sus brazos y deseaba saber que ella estaba bien. Quería decirle que la amaba y la extrañaba.
Una noche, mientras oraba y lloraba (lo cual hacía a menudo en ese entonces), sentí cómo el consuelo llenaba mi cuerpo de una manera súbita ypoderosa. Ese sentimiento me restableció y me brindó paz. Aunque físicamente no duró mucho, fue inmensamente reconfortante. Sabía que era el amor del Señor que me envolvía para brindarme paz y fortaleza. Ese momento tan importante ha permanecido en mi memoria como un regalo que desenvuelvo y recuerdo cuando la vida se torna difícil.
En ocasiones, sin que haya necesidad, también he experimentado esosmomentos de amor y la paz resultante de éstos de forma inesperada, sin tener ningún problema o asunto en particular que haya estado afrontando. Un apacible domingo de otoño, estaba sentada en mi silla para leer las Escrituras mientras veía cómo caían las hojas amarillas del duraznero (melocotonero) del vecino. Al levantar la vista de las Escrituras, y sin ningún aviso, me llenó un sentimiento de pazy satisfacción; fue un momento fugaz, pero el recuerdo del amor que sentí ha perdurado. Al llegar los momentos de dificultad, el recordar es un don de la memoria.
Siento el amor del Señor en mi vida todos los días al buscarlo, y siento que me rodea con Sus brazos. Veo la evidencia del amor del Señor en mis caminatas matutinas en las que el aire es puro y el primer rayito de sol se asoma por eloriente. Siento Su amor cuando un versículo de las Escrituras emerge en mi mente con una nueva perspectiva. Reconozco Su amor en las buenas hermanas de la Sociedad de Socorro que me enseñan o en las maestras visitantes que están pendientes de mí. Siento Su presencia cuando se me conmueve el corazón al escuchar música hermosa o al oír un discurso memorable. Hermanas, el Señor está por doquier cuandoabrimos los ojos y el corazón hacia Su amor.
Sin embargo, hay mujeres entre ustedes, estoy segura, que ahora se preguntan: “¿Cuándo tengo tiempo para caminar en la mañana? ¿Cuándo fue la última vez que tuve diez minutos de tranquilidad para leer las Escrituras?” o “¿Cuándo fue la última vez que tuve un día sin dolor, o que estuve sin preocupaciones, o sin penas?” En verdad reconozco que a veces...
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