American Crimes Stories Español

Páginas: 24 (5764 palabras) Publicado: 1 de diciembre de 2015
La muchacha estaba tan segura de que le darían el empleo, que se fue con desenvoltura a Westchester llevando ya su maleta. La invitaron a sentarse en un cómodo sillón del salón de los Christiansen. Con su abrigo y boina azul marino, parecía aún más joven que sus veintiún años y contestaba con toda seriedad a las preguntas.
—¿Ha trabajado usted antes como niñera? —inquirió el señor Christiansen.Estaba sentado en el sofá, al lado de su esposa, con los codos apoyados en las rodillas enfundadas en pantalones de franela gris, y con las manos apretadas una contra la otra.
—Quiero decir, ¿tiene usted referencias?
—Durante los últimos siete meses fui doncella en casa de la señora Howell, en Nueva York.

Lucille lo miró con sus ojos grises súbitamente agrandados.
—Puedo pedirle referencias, siustedes quieren… Pero cuando vi su anuncio esta mañana, no quise esperar. Siempre he deseado trabajar donde haya niños.
La señora Christiansen sonrió, sobre todo para sí misma, ante el entusiasmo de la muchacha. Cogió una cajita de plata de encima de la mesa del café, se levantó y ofreció un cigarrillo a la chica.
—¿Quiere uno?
—No, gracias. No fumo.
—Bueno —dijo la señora Christiansen, prendiendosu cigarrillo—. Podemos llamarles, claro está, pero mi marido y yo nos fiamos más de las apariencias que de las referencias… ¿Qué te parece, Ronald? Me dijiste que deseabas a alguien a quien de veras le gustaran los niños.
Un cuarto de hora más tarde, Lucille Smith estaba en su cuarto en el pabellón reservado para la servidumbre, detrás de la casa, abrochándose el cinturón de su nuevo uniformeblanco. Se dio un ligero toque de carmín en os labios.
«Esto es como volver a empezar, Lucille —se dijo, mirándose al espejo—. Desde ahora, tendrás una vida feliz y útil, y olvidarás todo lo de antes…»
Pero sus ojos se agrandaron de nuevo, como para desmentir lo que decía. Sus ojos, cuando se abrían así, se parecían mucho a los de su madre, y ésta era parte de lo que quería olvidar. Debía superaraquel hábito de abrir tanto los ojos. La hacía parecer sorprendida e incierta, y aquella no era en absoluto la apariencia apropiada con niños. Su mano temblaba al dejar el lápiz de labios sobre la mesa. Mirándose en el espejo, volvió a recomponer su rostro y se alisó el uniforme almidonado. Solo tenía que recordar unas cuantas cosas como eso de los ojos, realmente hábitos tontos, como el de quemarpedacitos de papel en los ceniceros, o el olvidarse a veces de la hora que era, cosas sin importancia que mucha gente hacía, pero que ella debía acordarse de no hacer. Con práctica, lo recordaría automáticamente. Porque era como cualquier otra persona (¿no se lo había dicho así el psiquiatra?), y las otras personas no pensaban nunca en esas cosas.
Atravesó la habitación, se apoyó en el alféizar dela ventana, bajo las cortinas azules, y miró hacia el jardín de la casa grande. El patio era más largo que ancho, con una fuente redonda en el centro y dos sendas de piedras tendidas como una cruz torcida en la hierba. Había bancos aquí y allá. Debajo de un árbol, al lado de un emparrado, que parecían hechos de puntilla blanca. Un jardín muy hermoso.
Y la casa era la de sus sueños. Blanca, de dospisos, con persianas de color rojo oscuro, puertas de roble, aldabas de latón, picaportes que se abrían con la presión del pulgar, y grandes extensiones de césped, y álamos tan densos y altos que no se podía ver a través de ellos, de modo que nadie tenía que admitir que había otra casa en alguna parte más allá… La casa de los Howell, en Nueva York, manchada por la lluvia, con columnas de granito ycargada de adornos, parecía, según pensó Lucille, un pastel de bodas ya seco en una hilera de otros resecos pasteles de boda.
Súbitamente se levantó. La casa de los Christiansen era amistosa, viva, floreciente. Había niños en ella. A Dios gracias había niños. Pero todavía no los había visto.
Corrió escalera abajo, cruzó el patio siguiendo la senda que salía de la puerta, se detuvo un instante a...
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