Amistad
Beati mundo corde, quoniam ipsi Deum videbunt.
Bienaventurados los que tienen un corazón puro, pues ellos verán a Dios.
(S. Mateo, V, 8.)
Leemos en el Evangelio que, queriendo Jesucristo instruir al pueblo que acudía en masa a fin de conocer lo que hay que practicar para alcanzar la vida eterna, sentóse, y tomando la palabra, dijo:«Bienaventurados los que tienen un corazón puro, pues ellos verán a Dios». Si tuviésemos un gran deseo de ver a Dios, estas solas palabras deberían darnos a entender cuan agradables nos hace a Él la virtud de la pureza, y cuan necesaria sea esta virtud; puesto que, según nos dice el mismo Jesucristo, sin ella nunca conseguiríamos verle. «Bienaventurados, nos dice Jesucristo, los que tienen un corazón puro, puesellos verán a Dios». ¿Puede esperarse mayor recompensa que la que Jesucristo vincula en esa hermosa y amable virtud, a saber, la eterna compañía de las tres personas de la Santísima trinidad?... San Pablo, que conocía todo su valor, escribiendo a los de Corinto, les dijo: «Glorificad a Dios, pues le lleváis en vuestros cuerpos; y permaneced fieles conservándolos en una gran pureza. Acordaossiempre, hijos míos, de que vuestros miembros son los miembros de Jesucristo, de que vuestros corazones son templos del Espíritu Santo. Andad con gran cuidado en no ensuciarlos con el pecado, que es el adulterio, la fornicación y todo cuanto puede deshonrar vuestro corazón y vuestro cuerpo a los ojos de un Dios que es la misma pureza» (I Cor., VI, 15-20.). Cuán preciosa y bella es esta virtud, no sóloa los ojos de los ángeles y de los hombres, sino también a los del mismo Dios. La tiene Él en tanta estima, que no cesa de hacer su elogio en cuantos tienen la dicha de conservarla. Esa hermosa virtud es el adorno más preclaro de la Iglesia, y, por consiguiente, debiera ser la más apreciada de los cristianos. Nosotros, que en el santo Bautismo fuimos rociados con la sangre adorable de Jesucristo,la pureza misma; con esa Sangre adorable que tantas vírgenes ha engendrado de uno y otro sexo (Zac., IX. 17.); nosotros a quienes Jesucristo ha hecho participantes de su pureza convirtiéndonos en miembros y templos suyos... Mas, ¡ay!, en el desgraciado siglo de corrupción en que vivimos, ¡esta virtud celeste, que tanto nos asemeja a los ángeles, no es conocida!... Sí, la pureza es una virtud quenos es necesaria a todos, ya que sin ella nadie verá a Dios. Quisiera yo ahora haceros concebir de ella una idea digna de Dios, mostrándoos: 1.° Cuán agradables nos hace a sus ojos comunicando un nuevo grado de santidad a nuestras acciones, y 2.°, lo que debemos hacer para conservarla.
I. Para hacernos comprender la estima en que hemos de tener esa incomparable virtud, para daros ahora ladescripción de su hermosura, hacer que apreciaseis su valor ante el mismo Dios, seria necesario que os hablase, no un hombre mortal, sino un ángel del cielo. Al oírle, diríais admirados: ¿Cómo es posible que no estén todos los hombres prestos a sacrificarlo todo antes que perder una virtud que de una manera tan íntima nos une con Dios?. Probemos, sin embargo, de formarnos algún concepto de ellaconsiderando que dicha virtud viene de lo alto, que hace bajar a Jesucristo sobre la tierra, y eleva al hombre hasta el cielo por la semejanza que le comunica con los ángeles y con el mismo Jesucristo. Decidme, según esto, ¿no merece tal virtud el título de preciosa?. ¿No es ella digna de toda estima y de que hagamos todos los sacrificios para conservarla?.
Decimos que la pureza viene del cielo, puessólo Jesucristo era capaz de dárnosla a conocer y hacernos apreciar todo su valor. Nos dejó prodigiosos ejemplos de la estima en que tuvo a esa virtud. Al determinar, en su inmensa misericordia, redimir al mundo, tomó un cuerpo mortal como el nuestro; pero quiso escoger a una virgen por madre. ¿Quién fue esa incomparable criatura?. Fue María, la más pura entre todas las criaturas, la cual, por...
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