amor griego

ELLA ha rechazado la oferta, señor.
Ethan Hardesty levantó la cabeza.
–¿El a?
–Sí –su nuevo secretario se aclaró la garganta y miró sus notas. El temblor de sus manos delataba su nerviosismo–. La señorita Cate Carrington.
La noticia sorprendió a Ethan, tanto que estuvo a punto de perder el control que había practicado durante años.
Sin embargo, con voz calmada contestó:
–No sabíaque Franklin se había retirado.
–No lo hizo –su secretario tragó saliva y evitó mirar a Ethan a los ojos–. El señor Carrington fal eció hace cinco meses. A causa de un ataque.
Aparte de por el dinero que había ofrecido hacía poco tiempo por la isla de la familia Carrington, Ethan no había seguido de cerca al presuntuoso hombre que hacía tiempo había sido su jefe. Aun así, se sentía un pocoirritado por el hecho de que nadie le hubiera informado de la muerte de Carrington.
–Supongo que la hija lo habrá heredado todo, ¿no es así?
El hombre asintió antes de dejar una carpeta sobre el escritorio de Ethan.
–Aquí está toda la información que hemos podido obtener sobre el a –dijo él–. No obstante, puede que la encuentre interesante.
Ethan ni siquiera miró la carpeta. No leimportaba la vida idílica que, sin duda, había vivido Cate. No le interesaba saber nada acerca de la finca que tenía en Vermont, ni ver las fotos de su marido y de sus hijos con rostro angelical.
Hacía diez años que Cate había dejado de importarle.
–¿La señorita Carrington ha indicado cuáles son sus planes respecto a la isla?
–Sí –el secretario desplazó su peso de una pierna a la otra–. Tieneintención de subastarla en el acto benéfico que la familia realiza cada año.
Ethan puso una sonrisa depredadora.
–Excelente. Quiero tener la invitación al final del día.
El secretario puso una mueca de dolor.
–No hay ninguna disponible, señor. Ya lo he comprobado. Es un evento muy exclusivo.
–¿Eso es todo?
–¿De verdad espera que consiga que vaya sin invitación?
–¿Prefieresque te despida?
Dos semanas más tarde, el chófer de Ethan detuvo el vehículo frente a las oficinas de Carrington Industries, en Manhattan. Ethan salió de la limusina, se alisó el esmoquin y echó la cabeza hacia atrás para mirar el imponente edificio.
Habían pasado diez años desde que había estado allí.
Diez años desde que se atrevió a pisar los dominios de su antiguo jefe. Aunque la vidade Ethan había cambiado drásticamente, los dominios de Carrington no habían cambiado para nada. Sus veinticinco plantas de mármol negro, cristal y acero todavía mostraban el poder despiadado de su fundador y de su hija, Cate.
Ethan puso una adusta sonrisa mientras imaginaba cómo reaccionaría Cate ante su presencia, el nerviosismo que sentiría cuando se diera cuenta de que el chico al que habíarechazado porque lo consideraba menos que el a, había regresado. Ethan ya no era el hijo de un peón, un don nadie que trabajaba en la finca que los Carrington tenían en una isla del Caribe para poder estar cerca de el a, sino que podría comprar todas las propiedades de los Carrington multiplicadas por diez.
La compra de aquel a noche, que llevaba años planeando, prometía compensar el sudor decada céntimo ganado.
La excitación se apoderó de él cuando cruzó la puerta del edificio y entró en el recibidor. En el interior, docenas de políticos y filántropos, de entre los más ricos de Nueva York, bebían champán. Él buscó el cabello platino de Cate entre la multitud, pero enseguida lo interrumpió un grupo de mujeres aduladoras, ansiosas por conocer a otro hombre rico.
«Es tan terriblecomo en Londres», pensó mientras aguantaba la insulsa conversación y el coqueteo a la vez que atravesaba el recibidor. Decidido a salirse de la multitud, entró en el salón de baile y se dirigió hasta las mesas cubiertas por manteles de tela. Un octeto de músicos tocaba en una esquina mientras la luz de las velas iluminaba las tarjetas color crema que mostraban los nombres de los invitados....