amor liquido
Bauman explica que el consumismo ha degenerado nuestros vínculos personales al tratar al otro, ya sea amante o prójimo, como una mercancía más de la que puedes desprenderte, desecharla, desconectarla con cierta facilidad: el concubinato por ejemplo adquiere el atractivo del que carece el matrimonio. Sus intenciones son modestas, no se hacen promesas. Casi nunca hay una congregacióncomo testigo y tampoco ningún plenipotenciario del cielo para consagrar la unión. Uno pide menos, se conforma con menos, y arriesga menos». Para el autor los vínculos duraderos despiertan ahora la sospecha de que no son rentables desde una lógica del costo-beneficio. Como es natural, esto también afecta a nuestra sexualidad, que una vez liberada del amor se condena finalmente a sí misma a lafrustración y la falsa felicidad.
El deseo es el anhelo de consumir, de absorber, devorar, ingerir y digerir, de aniquilar. El deseo no necesita otro estímulo más que la presencia de la alteridad. Esa presencia es siempre una afrenta y una humillación. Quien así se expresa no es Pedro Almodóvar ni Joaquín Sabina, ni un sexólogo mediático sino el veterano sociólogo polaco de 80 años y dilatadatrayectoria académica Zygmunt Bauman.
Está dedicado a recordarnos los riesgos y angustias de vivir juntos y separados en nuestro moderno mundo líquido. En esta ocasión, se concentra en el amor y en el miedo a establecer relaciones duraderas, más allá de las meras conexiones. Nuestros contemporáneos, dice Bauman, desesperados al sentirse descartables, siempre ávidos de una “mano servicial”, sinembargo, todo el tiempo desconfían del “estar relacionados” sobre todo si es “para siempre”, temen convertirse en una carga y desatar expectativas que no pueden ni desean soportar. Las “relaciones virtuales” (conexiones) establecen el patrón de medida, el modelo del resto de las relaciones: cuando la calidad no da sostén, el remedio es la cantidad y como un patinador sobre el fino hielo, la velocidad esel remedio, seguir en movimiento es un logro y un deber agotador. Las mismas estructuras líquidas y rápidamente cambiantes privilegian a los que pueden viajar con poco peso.
La posesión, el poder, la fusión y el desencanto son los cuatro jinetes del Apocalipsis en el terreno de Eros, nos dice Bauman. Siempre al borde de la derrota, los intentos de domesticar lo díscolo, domeñar lo que no tienefreno, encadenar lo errante y hacer previsible el misterio, fracasan en la lucha por contrarrestar las fuentes de su incertidumbre, pero, si lo consiguen, pronto el deseo empieza a marchitarse y se extingue su fuerza. El deseo es el impulso a despojar la alteridad de su otredad, y por lo tanto, de su poder. En esencia, el deseo es un impulso de destrucción. Y, aunque oblicuamente, también unimpulso de auto-destrucción; el deseo está contaminado desde su nacimiento por el deseo de muerte. Sin embargo, éste es su secreto mejor guardado y, sobre todo, guardado de sí mismo. Como el deseo, el amor es una amenaza contra su objeto. El deseo destruye su objeto, destruyéndose a sí mismo en el proceso; la misma red protectora que el amor urde amorosamente alrededor de su objeto lo esclaviza. El amorhace prisionero y pone en custodia al cautivo: arresta para proteger al propio prisionero.
El deseo desespera en el intento de encontrar la cuadratura del círculo: comerse la torta y conservarla al mismo tiempo.
Tal vez decir “deseo” sea demasiado, nos recuerda Bauman. Como en los shoppings: los compradores de hoy no compran para satisfacer su deseo, como lo ha expresado Harvey Ferguson, sinoque compran por ganas. Lleva tiempo sembrar, cultivar y alimentar el deseo. El deseo necesita tiempo para germinar, crecer y madurar. A medida que el “largo plazo” se hace cada vez más corto, la velocidad con que madura el deseo, no obstante, se resiste con terquedad a la aceleración; el tiempo necesario para recoger los beneficios de la inversión realizada en el cultivo del deseo parece cada vez...
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