Ana frank diario
Querida Qitty:
Todo me ha salido mal esta mañana, y no he podido terminar nada como es debido.
El terror reina en la ciudad. Noche y día esas pobresgentesson arrastradas, con solo una bolsa al hombro y un poco de dinero. Bienes que, según dicen, también les quitan en el trayecto. Se dispersa a las familias, agrupando a hombres, mujeres y niños.Alvolver de la escuela, los niños ya no encuentran a sus padres. Al volver del mercado, las mujeres encuentran las puertas selladas y sus familias desaparecidas.
Los cristianosholandeses tambiénse ven afectados: se manda a sus hios a trabaos forzados en Alemania. Todo el mundo tiene miedo.
Centenares de aviones vuelan sobre Holanda dejando caer sus bombas y arrasando lasciudadesalemanas; y cada hora, miles de hombres caen en Rusia y en África del Norte. Nadie puede sustraerse: el globo entero se halla en guerra y aunque parece que los aliados la ganarán, aún no se veelfinal. Y nosotros sí, nosotros somos afortunados, más que millones de personas. Nosotros estamos protegidos y "vivimos de nuestras rentas". Somos tan egoístas que nos permitimos hablar delaposguerra, alegrándonos ante la perspectiva de ropas nuevas y de zapatos nuevos, cuando deberíamos ahorrar hasta el último céntimo para ayudar a aquellos que despues de la guerra se verán sumidos enlamiseria, o para tratar de salvar lo que quede.
Vemos aquí circular a los niños en blusita de verano u zuecos, sin abrigo, ni gorra, ni medias, y no hay quien los ayude. Tienen el estómago vacíoymordisquean una zanahoria para acallar el hambre. Salen de su fría casa para dirigirse a una clase aún más helada. Muchos niños detienen a los transeúntes para pedirles un mendrugo de pan.Holandaha llegado a esto.
Podría seguir durante horas hablando de la miseria acarreada por la guerra, pero me desalentaría aún más. No podemos más que resistir aguardando el fin de tanta desventura
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