Ana y mia

Cαmilα & Noeliα

Miro las achocolatadas aguas del Río Paraná arremolinarse, luego de trasponer los enormes
pilotes del puente que une Rosario con Victoria. Sopla un viento frío que aumenta aún más
mi triste soledad. Caer desde setenta metros y hundirme en el torrente para siempre no
puede demorar acaso más de diez segundos...
Diez segundos, comparados con el eterno sufrimiento del que vivecomo yo, no dejan de
ser un atractivo y buen negocio. Suprema valentía del cobarde es la idea que se cruza por
mi mente, pero el suicidio ¿será el fin? ¿O será el comienzo de una serie interminable de
problemas en las dimensiones etéreas de las almas?
Apoyado sobre la baranda y mirando hipnotizado hacia abajo, me pregunto con tristeza por
qué llegué hasta aquí... Una mano fuerte me toma porel hombro. Es la de un policía que
quizás adivino mis pensamientos y que muy tranquilo me pregunta:
- ¿Se le cayó algo, amigo?- y me mira de arriba para abajo.
- Sí, la paz... pero creo que ya sé dónde buscarla - respondo sonriendo y lo
saludo, mientras me alejo caminando, lo más rápido que puedo.
Conocí a Camila en la Facultad de Ciencias Económicas. Sumamente inteligente y
aplicada,obtenía calificaciones de primera. Practicaba toda clase de deportes y destacaba
en tenis y esquí acuático. Cuidaba su forma y practicaba jogging y aeróbic a diario, como
muchas de las mujeres de su edad y condición social. No sé por qué se fijó en mí. Quizás el
que la hiciese reír a cada rato le abrió su corazón y se inundó de mí.
Su familia, de una posición económica privilegiada, estabaconstituida por su hermana
Noelia y ambos padres. Estos trabajaban, cada uno en un tipo de vida independiente a la del
otro. Tan solo se reunían unas pocas veces durante la semana, a la hora de cenar. Y
almorzaban juntos luego de la misa de once los domingos.
A los tres meses del embarazo de Camila nos casamos.
El escándalo social debía ser tapado cuanto antes... Pero
a los cinco meses abortó y quedéde adorno en la
inmensa casona de sus padres. Unas veces yo estudiaba,
y otras trabajaba en aquello que podía. Ella continuaba
brillando en sus estudios.
Conversábamos de todo, lo cual hacía algo más llevadera mi aplastada libertad, prisionero
en esa jaula de oro que el destino me labró.
Camila adelgazó estrepitosamente luego que perdió al bebe. Se negaba a comer,
argumentando que habíaquedado demasiado gorda. A sus padres, ansiosos y
sobre protectores, les resultaba difícil aceptar que su hija madurara y se independizara, y se
tornaron insoportables en la mesa a la hora de comer. Camila, con su plato adelante,
tomaba apenas un bocado y me lo compartía, en un gesto que al principio interpreté de
cariño, pero que a ellos los enardecía... Medía un metro con setenta y tan solopesaba
cuarenta y tres kilos y medio...
Comencé a observarla y realmente era insufrible. Si tomaba algún bocado, al rato se
marchaba al baño y lo escupía o vomitaba. Escondía comida entre las servilletas e, incluso,
aparecían restos en nuestro dormitorio.
Contaba las lentejas o garbanzos que ella se servía. Cortaba la comida en pedazos muy
pequeños y jugaba displicente durante un largo rato. Sise preparaba la comida, la hacía
muy asada, casi quemada, y si la hacía para otros, rehusaba comerla alegando que estaba
satisfecha visualmente...
Buscaba todo tipo de pretextos para no comer. Cuando no tenía dolor de estómago o
diarrea, comía solitaria más temprano para que nadie pudiese controlarla. Su lista de
alimentos era sumamente reducida. Medio huevo, una tostada y mucho mate sinazúcar,
eran sus compañeros habituales. Decía estar saciada o tener náuseas, comiendo mínimas y
ridículas cantidades. Hasta negaba tener hambre.
Controlaba su peso en la balanza por lo menos cinco veces en el día. De la noche a la
mañana se volvió una experta en alimentos. Conocía con matemática exactitud, largas y
difíciles tablas de grandes y pequeñas calorías. Tres calorías una galletita...