Analisis de la ninfa
Se hablaba con el entusiasmo de artistas de buena pasta, tras una buena comida. Éramos todos artistas, quién más, quién menos; y aun había un sabioobeso que ostentaba en la albura de su pechera inmaculada el gran nudo de una corbata monstruosa.
Alguien dijo:
-¡Ah, sí, Frémiet!
Y de Frémiet se pasó a sus animales, a su cincel maestro, a dos perros de bronce que, cerca de nosotros, uno buscaba la pista de la pieza, y otro como mirando al cazador alzaba el pescuezo y arbolaba la delgadez de su cola tiesa y erecta. ¿Quién habló de Mirón? Elsabio, que recitó en griego el epigrama de Anacreonte: «Pastor, lleva a pastar más lejos tu boyada, no sea que creyendo que respira la vaca de Mirón, la quieras llevar contigo»
Lesbia acabó de chupar su azúcar, y con una carcajada argentina:
-¡Bah! Para mí los sátiros. Yo quisiera dar vida a mis bronces, y si esto fuese posible, mi amante sería uno de esos velludos semidioses. Os advierto que más quea los sátiros adoro a los centauros; y que me dejaría robar por uno de esos monstruos robustos, sólo por oír las quejas del engañado, que tocaría su flauta lleno de tristeza.
El sabio interrumpió:
-Los sátiros y los faunos, los hipocentauros y las sirenas, han existido, como las salamandras y el ave Fénix .
todos reímos; pero entre el coro de carcajadas, se oía irresistible, encantadora, lade Lesbia, cuyo rostro encendido de mujer hermosa estaba como resplandeciente de placer.
-Sí –continuó el sabio-: ¿Con qué derecho negamos los modernos, hechos que afirman los antiguos? El perro gigantesco que vio Alejandro, alto como un hombre, es tan real como la araña Kraken que vive en el fondo de los mares. San Antonio Abad, de edad de noventa años, fue en busca del viejo ermitaño Pablo, quevivía en una cueva. Lesbia, no te rías. Iba el santo por el yermo, apoyado en su báculo, sin saber dónde encontrar a quien buscaba. A mucho andar, ¿sabéis quién le dio las señas del camino que debía seguir? Un centauro, medio hombre y medio caballo, dice el autor. Hablaba como enojado; huyó tan velozmente que presto le perdió de vista el santo: así iba galopando el monstruo, cabellos al aire yvientre a tierra. En ese mismo viaje, San Antonio vio un sátiro, hombrecillo de extraña figura; estaba junto a un arroyuelo, tenía las narices corvas, frente áspera y arrugada, y la última parte de su contrahecho cuerpo remataba con pies de cabra.
-Ni más ni menos –me dijo Lesbia-. ¡M. De Cocureau, futuro miembro del Instituto!
Siguió el sabio:
-Afirma San Jerónimo, que en tiempo de ConstantinoMagno se condujo a Alejandría un sátiro vivo, siendo conservado su cuerpo cuando murió. Además, viole el emperador en Antioquia.
Lesbia había vuelto a llenar su copa de menta, y humedecía la lengua en el licor verde como lo haría un animal felino.
-Dice Alberto Magno que en su tiempo cogieron a dos sátiros en los montes de Sajonia. Enrico Zormano asegura que en tierras de Tartaria había hombrescon sólo un pie, y sólo un brazo en el pecho. Vincencio vio en su época un monstruo que trajeron al rey de Francia; tenía cabeza de perro (Lesbia reía); los muslos, brazos y manos tan sin vello como los nuestros (Lesbia se agitaba como una chicuela a quien hiciesen cosquillas); comía carne cocida y bebía vino con todas ganas.
-¡Colombine! –gritó Lesbia. Y llegó Colombine, una falderilla que...
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