analisis
Las universidades son, desde el siglo XIII europeo, y desde las postrimerías de la era colonial en América, el reino oficial u oficializado del conocimiento. Fueron mayormente públicas, hoy ya no, y las fronteras que antes había entre lo público y lo privado se han hecho borrosas. Se supone en todo caso que la sociedad, mediante mecanismos diversos, sostiene estos espaciosdonde los especialistas debidamente jerarquizados investigan o crean, y los más jóvenes aprenden.
Investigar, crear y aprender son actividades que los humanos acometemos por naturaleza, incesantemente a lo largo de la vida. Según John Holt, somos animales curiosos, necesitados de saber cosas, y crear algo nos brinda siempre un placer especial. Los problemas comienzan (lo muestra brillantementeIvan Illich) cuando el espacio educativo, en este caso universitario, se institucionaliza, se jerarquiza, y se propone reglamentar mediante protocolos rígidos las operaciones naturales de investigar, crear y aprender. Lo que ocurre durante esas operaciones es que el fin declarado de la institución –el saber– se cambia por otro, que es finalmente la pervivencia de la casta administrativa, elmantenimiento en el tiempo de la institución, y lo demás da un poco lo mismo.
Desde que operan en el mundo las reformas a la universidad impulsadas hace treinta años por la señora Thatcher, Reagan y Pinochet, nos encontramos con un sistema –hoy globalizado– cuyo principal afán es financiarse y brindar servicio a sus clientes, para lo cual los actores académicos necesitan exhibir indicadores. De otramanera no hay sueldo para ellos. Los indicadores son una especie de dinero o fichas de pulpería con los cuales se compran recursos en el mercado del sistema universitario.
La universidad de hoy, sin embargo, premia a los nerds y castiga o ahuyenta a los espíritus creativos y a las almas dinámicas. El lenguaje entero de la universidad se ha vuelto insoportablemente nerd. No parece que nadie en el mundocoleccione papers o se los lleve a las vacaciones para leerlos o se los regale a un ser querido. El lenguaje y el fraseo positivista de los papers científicos es estiércol cuando lo llevamos al mundo de la creación artística. La creación artística es siempre nueva, sorprendente, y no arranca de hipótesis alguna. Tenemos al arte, apunta Nietzsche, para no morir a causa de la verdad. Pero eso no losaben nuestros vicerrectores.
La clientela universitaria de hoy no es ya un grupo de seres de elite preocupados por el conocimiento, sino una masa de personas justamente ansiosas de validarse como miembros de un amplio segmento social transversal con acceso a los bienes que forman el equipo o kit del buen vivir contemporáneo: casa propia, auto, conexión a internet, smartphone, ropa de marca,educación privada para los hijos, ausencia de obligaciones en el trabajo manual, etc. Para este público la universidad funciona como una plataforma de promoción e inclusión, y así lo ven los políticos y en general la sociedad. Un curso o un grado, en este contexto, no tienen más sentido que sumar puntos para obtener las certificaciones que consolidan aquel estatus. Las dinámicas propias de lageneración, transmisión y conservación del saber poco interesan en el nuevo esquema dominante.
Dentro de esta floreciente industria así instalada, los académicos operan como modestos proveedores del sistema, y deben a su vez validarse constantemente, aportando a sus instituciones aquellas acciones y productos que sirven para sumar puntos. Se validan los clientes (estudiantes), se validan los proveedores(académicos) y se valida a su vez la institución-empresa (la universidad). Todas estas validaciones son administrativas, arbitrarias, a la manera de los puntos de un juego de cartas.
El académico como caballero andante, pionero, descubridor o conquistador de nuevos territorios siempre inciertos que se van agregando a lo que la humanidad conoce, ha sido reemplazado por este afanoso proveedor de...
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