analisis
—Papá, papá... una paloma se murió.
El profesor Leonard dijo sin ninguna intención:
—¡Bah!... todos tenemos que morirnos.
Hubo un silencio prolongado,unainmovilidad absoluta. Por dos o tres veces se oyó el murmullo de la página que se vuelve. Un momento después, el llanto de la pequeña.
El profesor Leonard creyó soñar. Dejó el libro, quitóse lasgafasy descubrió a su hija, acurrucada entre la puerta y la biblioteca. Alarmado corrió hacia ella.
—¿Por qué lloras? ¿Te lastimaste? ¿Qué tienes, di?... — La tenía ahora en sus brazos y le besabalosojos, las lágrimas, haciéndole mil preguntas. Pero la pequeña gemía, balbuceando el sollozo en una palabra trunca, sofocada, convulsa, mirando a su padre insistentemente. Entonces, él recordó lo delapaloma. —¿Es por la paloma que lloras?... ¡Pero si tienes muchas otras, tú! El palomar está lleno y son todas tuyas. No llores así!... Si quieres te compraré una igual a esa. ¿Cómo era, a ver; dimecómoera? Fue necesario esperar. Después la pequeña preguntó a su vez:
—¿Tú también te morirás?... — El silencio se produjo de nuevo. Inmóviles los párpados, padre e hija se observaron duranteunossegundos. Luego, sorprendido aún, le interrogó:
—¿Qué dijiste?... — Alejandro repitió la pregunta con la firmeza de quién está resuelto a saber la verdad. El profesor concluyó por confundirse. Nopodíaexplicarse el sentido de aquella pregunta, hecha por una criatura. Por momentos le parecía ver en ella una manifestación rara, anormal, que la transfiguraba. Después subió a su conciencia el......
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