Anatomía De Un Instante
Javier Cercas explica en el prólogo que decidió iniciar esta novela al quedarse fascinado de la tan repetida escena en la cual el ex presidente del Gobierno Adolfo Suárez, después de que el teniente coronel Antonio Tejeroirrumpiera en el hemiciclo del Congreso de los Diputados de Madrid, no dejó su escaño ni se escondió debajo de él; mantuvo su espalda erguida y se quedó mirando al intruso militar con pistola en mano que trataba de hundirlo aún más, al mismo tiempo que pretendía acabar con la democracia.
A parte del presidente, dos personajes más permanecieron sentados: Manuel Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo.En términos generales el 23 de febrero puede clasificarse de fallo por dispares motivos: primeramente si lo enfocamos des del punto de vista de los sublevados ultraderechistas como Tejero, demás militares (Alfonso Armada y Milans del Bosch, como principales golpistas) y Guardias Civiles. Con esta acción coercitiva buscaban acabar con la “recién” nacida democracia para suplantarla por un régimendónde el general Armada sería su máximo dirigente. La intentona no prosperó, y a mi vista todo se quedó en la ridiculización a un amplio sector de la sociedad española que aún era partidario del modelo político presidido por el ya fallecido Francisco Franco. Figuras franquistas resentidas que no veían sus intereses reflejados en las políticas reformistas del presidente Suárez.
No obstante, laactitud de la sociedad española también fue un desacierto. Seguramente coincido en afirmar que en la década de los ochenta aún se tenía el miedo a un retroceso hacia otra dictadura, pero no es excusa suficiente como para poner en peligro la tan ansiada estabilidad después de casi cuarenta años de represión. Cómo es posible que todas las fuerzas españolas conspiraran y despojaran contra Adolfo Suárez?No es lógico que la Iglesia, el Rey, el Ejército, el CESID, mandatarios de todas las tendencias políticas posibles, financieros, periodistas, hasta sus propios compañeros de UCD lo quisieran sacar del panorama político. Todos alegaban que la crisis en la que el país se encontraba estancado era culpa del presidente. Él era el encargado de cambiar el rumbo de la democracia porque sino España seafondaba, pero la misión se le escapaba de las manos. Tanta fue la presión y la debilidad de Suárez que a primeros de febrero de 1981 anunció su dimisión tanto del cargo de presidente del Gobierno como de UCD. Como mencionaba al principio de la exposición, la actitud de la sociedad española quedó retractada: preferían a unos militares profundamente despechados que apoyar a un presidente, que a pesar desus múltiples fallos, pretendía reformar el país? Si creían en la democracia tenían que apoyarla de manera redundante, no dejarla a la deriva esperando que el destino jugara bien sus cartas y no llevara al país a ser de nuevo dominado por militares fascistas.
Empero, resolver estas cuestiones no es el tema central de mi reseña:
Uno de los puntos en los que si tuviera la oportunidadfelicitaría al autor, es cuando menciona la posibilidad de comprar el golpe del 23 de febrero con la obra de Los tres mosqueteros (1844), obra del francés Alexandre Dumas.
A partir de la puntualización que hizo el autor, he mirando de encontrar, y así ha sido, si los tres valerosos españoles que aquel día plantaron cara a los sublevados podrían compararse con los gascones mosqueteros y si éstos...
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