anexos
Sin embargo, no es sólo el mercado lo que determina el carácter del hombre moderno. Hay otro factor, estrechamente relacionado con la función del mercado, que es el modo de producción industrial. Las empresas se hacen más y más grandes. Aumenta sin cesar elpersonal de estas empresas, el número de obreros y administrativos. La propiedad se ha apartado de la dirección empresarial. Y los gigantes de la industria son manejados por una burocracia profesional más interesada por el buen funcionamiento y la expansión de su empresa que por el afán personal de lucro.
¿Qué tipo de hombre, pues requiere nuestra sociedad para poder funcionar bien, sin roces?Necesita hombres con los que se pueda cooperar fácilmente en grupos grandes, que quieran consumir cada vez más y que tengan gustos normalizados, fáciles de prever e influir. Necesita hombres que se crean libres e independientes, no sometidos a ninguna autoridad, ni principio, ni moral, pero que estén dispuestos a recibir órdenes, que hagan lo que se espera de ellos y que encajen sin estridencias enla maquinaria social; hombres gobernables sin el empleo de la fuerza, obedientes sin jefes y empujados sin más meta que la de seguir en marcha, funcionar, continuar…..
Este es el tipo de hombre que ha conseguido producir el industrialismo moderno: es un autómata, un hombre enajenado. Está enajenado en el sentido de que sus actos y sus energías se han extraído de él: están por encima de él y encontra suyo, lo gobiernan, en vez de ser él quien los gobierne. Sus energías vitales se han transformado en cosas e instituciones. Y estas cosas e instituciones se han convertido en ídolos. No las siente como resultado de su propio esfuerzo, sino como algo que es independiente de él, a lo que adora y a lo cual se somete. El hombre enajenado se arrodilla ante la obra de su mano. Estos ídolosrepresentan bajo forma enajenada sus energías vitales. El hombre no se siente como dueño activo de sus energías y riquezas, sino como una “cosa” empobrecida, dependiente de otras cosas externas a él, a las que ha proyectado su sustancia vital.
Los sentimientos sociales del hombre se proyectan al Estado. Como ciudadano, está dispuesto a dar hasta su vida por sus semejantes; como individuo particular, lodirige una preocupación egoísta por sí mismo. Como ha hecho del Estado la encarnación de sus sentimientos sociales, adora el Estado y sus símbolos. Proyecta en sus jefes su sentido de poder, sabiduría y valor, y adora estos jefes como sus ídolos.
En cuanto obrero, auxiliar o directivo, el hombre moderno está enajenado de su trabajo. El obrero ha llegado a ser un átomo económico que baila al son...
Regístrate para leer el documento completo.